Foro de debate Núm. 25 - enero 2000 

Infrastructuras y recursos. ¿Necesitamos el agua del Ródano?

Jesús Carrera
Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Universidad Politécnica de Cataluña

El trasvase de agua desde el río Ródano es una solución técnicamente razonable para garantizar el suministro de agua al área de Barcelona, aunque tiene un coste excesivo. Aun así, seguramente desincentivaría el despliegue de políticas de gestión integrada, lo que iría en detrimento del desarrollo tecnológico de la industria del país. Por eso, y una vez analizados los recursos hídricos y las infraestructuras ya existentes en el territorio catalán, el autor se decanta por no llevarlo a cabo.
 

Este artículo trata del agua y, específicamente, del abastecimiento de agua a Barcelona y a las zonas de su entorno. El asunto es complejo, no tanto por cuestiones científico-técnicas, que no son desdeñables, sino por los aspectos administrativos, sociales y políticos. Así pues, la situación del agua es un puzzle multidimensional en el que cada pieza está ligada a todas las demás, no siempre de forma evidente. En parte, la complejidad procede de la propia naturaleza del agua. Como recurso físico, el agua está relacionada con disciplinas que abarcan desde la microbiología y la química a la geología e ingeniería civil. Desde una perspectiva más amplia, la gestión del agua está íntimamente ligada a aspectos tan distantes como el crecimiento de la población, el marco legal o la calidad de vida (y no sólo la humana).
Esta complejidad da lugar a que todas las personas tengan opiniones muy arraigadas y a que los temas del agua se discutan con mucha pasión. Esta no es una característica exclusivamente catalana, ya que sólo hay que ver a nuestros vecinos aragoneses o valencianos para descubrir actitudes no menos emocionales que las nuestras. Tampoco van ligadas exclusivamente al carácter mediterráneo. En la actualidad, en Tucson (Arizona), lugar desde donde escribo estas líneas, se discute, con extraordinaria carga emocional, la conveniencia o no de recargar artificialmente el acuífero con agua trasvasada desde el río Colorado (algo que me llena de orgullo, ya que nunca había obtenido un protagonismo similar un tema fruto de mis investigaciones). Dentro de un par de semanas, se realizará un referéndum.
En este contexto tan complejo, con opiniones muy arraigadas, carga emocional e intereses no siempre evidentes, el objetivo de este artículo es plantear brevemente la situación actual del suministro de agua a Barcelona, la posible evolución futura y las alternativas para hacer frente a los problemas. Es evidente que el alcance de la exposición ha de ser muy limitado.
Ante todo, hemos de hablar un poco del marco legal. La Constitución reserva al Estado las competencias en planificación hidrológica y favorece la gestión por cuencas hidrográficas. La Generalitat tiene competencias exclusivas en las cuencas interiores de Cataluña, que incluyen todas las de Cataluña, excepto la cuenca del Ebro (y un pequeño tramo de la del Júcar). Dentro de este territorio la situación también es compleja, porque estas competencias están distribuidas entre casi todas las Conselleries (no recuerdo ninguna competencia de Ensenyament, Presidència y Cultura, pero puede ser un descuido). Finalmente la responsabilidad última del suministro a cada casa corresponde a los ayuntamientos. En el área de Barcelona, sin embargo, esta función la había asumido la Corporación Metropolitana.
En este contexto, en el año 1990 se creó la empresa pública «Aigües del Ter-Llobregat» (ATLL) con el objetivo de asumir las funciones de la Corporación Metropolitana y, en general, suministrar agua a todos los municipios que lo pidiesen. ATLL les lleva el agua y ellos (o alguna empresa concesionaria) se encargan de la distribución casa por casa. El área cubierta por ATLL ha ido creciendo hasta incluir las comarcas del Barcelonès, el Maresme, el Baix Llobregat, l’Alt Penedès, El Garraf, el Vallès Oriental, el Vallès Occidental y l’Anoia. Ésta es el área que denominaremos área ATLL o de Barcelona y que define el alcance geográfico de este trabajo. Para hacer frente a la demanda de agua de esta zona, ATLL ha propuesto la construcción de un transvase desde el Ródano. Con el objeto de asesorar a ATLL, se constituyó un comité científico asesor. Lo que presento a continuación es mi opinión personal, resultado, en gran medida, de los debates realizados en el seno del Comité, pero también de trabajos adicionales y de la perspectiva que ofrece al ver cómo los habitantes de Arizona se pelean por problemas parecidos.

Situación actual

La situación de un suministro de agua viene definida por la demanda, los recursos disponibles y la calidad. Se revisan brevemente estos aspectos en lo que se refiere al ámbito de la ATLL.

La demanda
La población de este ámbito es de 4,4 millones de habitantes con una demanda que supera los 500 hm3/año (15,8 m3/s).  La mayor parte de esta demanda (69%) es de tipo doméstico y público, y el resto (31%) es industrial. Estos datos implican una dotación media de 112 m3/hab./año (308 l/hab./día), de los cuales 77 m3/hab./día 205 l/hab./día) corresponden a la demanda urbana no industrial.
Como  referencia, la demanda doméstica media mundial es de 52 m3/hab/año (estimación para el año 1987) y la europea es de 87 m3/hab./año (1995).  Sin embargo, las dotaciones son muy variables y no parecen guardar una excesiva relación con el nivel de desarrollo económico. Las dotaciones de Alemania y el Reino Unido son de 64 y 41 m3/hab./año respectivamente, mientras que las de Francia y España son de 106 y 93 m3/hab./año.  Tampoco queda claro que haya una fuerte relación con el clima. En Grecia, la dotación es de 42 m3/hab./año y en Islandia es de 197. Es probable que esta variación refleje en parte diferencias en los criterios de medición. De hecho, según el Plan Hidrológico de las cuencas interiores de Cataluña, la dotación doméstica en dichas cuencas es de 110 m3/hab./año  (un 50% más alta que la del área de Barcelona, que representa el 80% de la población). Esta disparidad refleja que la demanda de la ciudad de Barcelona es más baja, pero también que los criterios de cálculo no son homogéneos. En cualquier caso, parece claro que la demanda del ámbito de estudio no es exageradamente elevada ni reducida.
La demandada global en la red regional se ha mantenido relativamente estacionaria durante los últimos años. Bajó paulatinamente desde los 341 hm3 en 1991 hasta los 305 hm3 en 1996 y ha vuelto a subir en los dos últimos años. Tampoco varía demasiado a lo largo del año. La máxima demanda se produce en el mes de julio y es un 15% más elevada que la media anual.

Los recursos disponibles
Para poder juzgar si tenemos suficiente agua, se han de comparar los recursos disponibles con la demanda. Sin embargo, la primera cuestión es saber sobre qué área se han de considerar los recursos. Si nos limitamos a los recursos generados dentro de la propia área metropolitana, es bastante evidente que no son suficientes actualmente (unos 193 hm3/año de acuífero dentro del área), hasta el punto de que sería necesario utilizar casi todo el Besós y el Llobregat para satisfacer la demanda. Esto exigiría realizar muchos nuevos embalses, algo que no parece planteable en la actualidad. De ahí que Barcelona haya recibido transvases de agua del río Ter (unos 200 hm3 anuales) y que, como primer ámbito de referencia, se tomen las cuencas interiores de Cataluña. Dentro de este ámbito, según el Plan Hidrológico, la demanda es de unos 302 hm3 y los recursos disponibles son 1.587 hm3. Es decir, en términos medios y considerando todas las cuencas interiores, tenemos suficiente agua. Esto no quiere decir demasiado, porque es posible que esta demanda esté hinchada y que los recursos se hayan infravalorado. Además, que el Muga tenga mucha agua no aporta demasiado sobre la situación del área metropolitana.
En términos reales, el área metropolitana tiene sus recursos de las fuentes que se muestran en la Tabla 1.
En esencia, en el año 1994, 200 hm3 procedieron del río Ter, 106 del Llobregat y 193 de acuíferos diversos. A veces se dice que esto representa una infrautilización de las aguas subterráneas (de los países europeos, sólo Noruega utiliza una proporción de aguas inferior). Sin embargo, hay que decir que tampoco tenemos muchos acuíferos grandes. En cualquier caso, volveremos más adelante sobre este tema.
Después de toda esta discusión, seguimos sin definir si tenemos suficiente o no. A medio plazo, los recursos disponibles (Llobregat, acuíferos y transvase del Ter) son suficientes. La cuestión es qué pasa si llega una sequía. A fin de valorar si los caudales disponibles son suficientes, los servicios de suministro de agua utilizan el concepto de garantía, es decir, la seguridad que se tiene de poder servir toda el agua pedida. Normalmente, se expresa en términos de probabilidad de fallo.
El cálculo de la garantía no es inmediato porque hay que considerar la variabilidad temporal y espacial tanto de los recursos como de las demandas. Además, el estado de los recursos (y, específicamente, de los embalses) depende de reglas de operación (cuándo y cuánto desembolsar) que no siempre son fáciles de sintetizar. Por lo tanto, el cálculo de la garantía requiere elaborar un modelo numérico que incluya la operación, las demandas, la geometría de la red regional de distribución, las entradas de aguas en los embalses y las reglas de operación de todo el sistema. El cálculo de la garantía se precisará cuando un modelo reproduzca con precisión todos estos aspectos. Como esto es imposible, el cálculo de la garantía es siempre aproximado.
El modelo preparado por ATLL para simular su sistema de abastecimiento es bastante detallado. Sin embargo, hay que tener presente que no puede reproducir la flexibilidad del sistema real. Por ejemplo, durante el último año han aumentado significativamente los bombeos en los pozos del Baix Llobregat para responder a la sequía. Este tipo de operaciones no están reflejadas en el modelo, por lo que es probable que el modelo hubiera fallado cuando, en realidad, no se ha dejado de suministrar agua. En cualquier caso, consideramos que el modelo es adecuado por responder de manera aproximada a las cuestiones planteadas.
ATLL ha utilizado este modelo para calcular la garantía de suministro en el área de Barcelona y ha llegado a las siguientes conclusiones. Primero, bajo las condiciones actuales, se produce un fallo el 10% de los años (es decir, uno de cada diez años no se puede satisfacer la demanda), a pesar de que el 99% de los meses puede servirse al menos el 80% del agua solicitada. Puede sorprender que el modelo produzca fallos cuando la percepción es que, en la práctica, nunca se han sufrido restricciones. Este resultado refleja el hecho mencionado de que el sistema real es más flexible que el modelo (hay que recordar que el modelo no incluye la evolución de los acuíferos). En cualquier caso, la evolución del estado de los embalses, que prácticamente se vacían cada 5-10 años, refleja bastante bien la realidad y proporciona fiabilidad al modelo.
La valoración de estos resultados es subjetiva, pero tener fallos cada diez años no puede considerarse satisfactorio. Las restricciones afectan negativamente al turismo, la industria, los servicios y, lo que es peor, a la propia percepción del país. Un área como la de Barcelona, con más de 4 millones de ciudadanos y con unas expectativas de mejorar importantes no puede encarar el siglo XXI sin gran seguridad respecto a sus suministros de  agua.
Otras conclusiones interesantes del modelo es que, en buena medida, la pérdida de garantía se debe a la necesidad de mantener un caudal mínimo para permitir la producción de energía hidroeléctrica aguas abajo de los embalses. Por otra parte, en las condiciones actuales habría que reducir la demanda o tener una aportación adicional continua de  unos 60 hm3/año (2 m3/s), ágil de llegar a un nivel de garantía razonable.

Calidad del agua y medio ambiente
A pesar de las dificultades para suministrar toda el agua solicitada, personalmente considero que el problema más grave del área de Barcelona no es de cantidad, sino más bien de calidad. De los tres conjuntos de fuentes de agua, tanto la del Ter como la subterránea son buenas, pero la del Llobregat es mala. El tratamiento permite que la del Llobregat sea aceptable, pero el agua suministrada no es inodora ni insípida.
La diferencia de calidad entre el agua del Ter y la del Llobregat crea una situación de agravio comparativo entre los que reciben el agua del Ter, con la que se puede cocinar bien y que no tiene un sabor desagradable, y los que reciben agua del Llobregat, que se han ido acostumbrando a cocinar y a beber con agua embotellada.
Hay que añadir que los problemas del agua del Llobregat tienen un origen humano (y no natural o hidrogeológico como insisten algunos). Los problemas de sabor están causados por los altos valores de conductividad eléctrica y concentraciones de cloruros, magnesio, sodio y potasio. El origen de estas sustancias son las salmueras procedentes de las barreras de las minas del Bages. El segundo problema de calidad del Llobregat son los vertidos esporádicos de sustancias tóxicas que obligan a un control casi continuo de la calidad en la toma de agua en el río y, a veces, a su cierre.
La calidad ambiental de los ríos es mala. Por una parte, el caudal en la parte baja de los ríos es insuficiente. Esto provoca, por ejemplo, que la mayoría del tiempo el Llobregat no vierta agua al mar. También provoca una falta de dilución a la salida de las estaciones depuradoras de aguas residuales. Como consecuencia de esto, en muchos sitios las concentraciones de oxígeno son demasiado bajas y las de sustancias no deseables (como, por ejemplo, el amonio) demasiado altas. Todo esto conduce a una pérdida de diversidad y al empobrecimiento biológico de los ríos. Esto también contribuye a que los ríos huelan mal y a que, poco a poco, vayan perdiendo su valor social. Con esto se cierra el ciclo de degradación. La falta de atención conduce a la nueva degradación de las orillas, lo que produce un nuevo empeoramiento del río, y una nueva pérdida de su valoración. Lo cierto es que, sobre todo en las partes bajas, los valores ecológicos, sociales y paisajísticos de los ríos (especialmente del Llobregat) han desaparecido.
La situación no es tan mala en las partes altas, pero tampoco es la más deseable. Lo cierto es que las concesiones, especialmente las de las minicentrales, llegan a  dejar casi seco algunos tramos de los ríos.

La evolución futura

La situación actual es insatisfactoria pero todavía puede empeorar. De los estudios realizados por ATLL se concluye que la demanda aumentará y que la degradación de la calidad de los recursos actuales hará que se tengan que abandonar algunos de ellos. Como consecuencia, la garantía de suministro bajará. Todo esto, si no se hace nada.
Según ATLL, la subida de la demanda será el resultado de aumentos tanto de la población como del consumo per cápita. ATLL prevé que la población dentro de su área pueda llegar a los cinco millones de habitantes en el año 2025. Esta estimación es muy incierta. Parece probable que, a corto plazo, la población no varíe mucho. Sin embargo, a largo plazo no puede descartarse un aumento considerable de la población como consecuencia de aumentos de la natalidad, de la inmigración o de la esperanza de vida. Tampoco puede descartarse que la gente se vaya a vivir mucho más lejos, de manera que la población en el área metropolitana se mantenga estable. Lo cierto es que, en la actualidad, las grandes áreas metropolitanas sólo parecen crecer en el tercer mundo.
El consumo per cápita puede aumentar como consecuencia de la tendencia a ir a vivir fuera de las grandes ciudades y de la construcción de segundas viviendas. Sin embargo, es posible que las segundas residencias tiendan a establecerse fuera del ámbito y que el crecimiento de la educación ambiental limite el consumo. Por eso, el consumo de 129 m3/hab./año estimado por ATLL es altamente incierto.
El producto de esta dotación prevista para la población da lugar a una demanda global de 636 hm3/año (137 hm3/año más que en la actualidad). El comité científico asesor consideró esta previsión excesiva y que lo más probable es que no se llegue a esta cifra. Sin embargo, hay que decir que no es absurda y que no puede descartarse.
Según ATLL las cosas serán todavía peor porque prevé que haya que recortar el bombeo de aguas subterráneas en unos 81 hm3/año por miedo a la contaminación. Es decir, a largo plazo, sólo 92 hm3/año se cubrirán con los recursos de las entidades locales (en la actualidad son 173 hm3/año). El comité científico fue crítico con esta estimación por falta de justificación. En cualquier caso, estos 81 hm3/año sumados a los 137 previstos de aumento de la demanda da un aumento de 218 hm3/año de demanda sobre las redes regionales.
Otro aspecto que hay que tener presente en la planificación hidráulica es el cambio climático. Como consecuencia de la actividad humana se están produciendo un montón de cambios a escala global (reducción del ozono estratosférico, aumento de las concentraciones de CO2, NOx, SO2 y de otros elementos). Como consecuencia, el balance energético de la Tierra se está cambiando, lo que está conduciendo a cambios en el régimen climático que cabe esperar. Sin embargo, algo parece claro. La temperatura subirá. Esto implica una reducción de la precipitación en forma de nieve y de la superficie de nieve permanente de los Alpes. Una primera consecuencia, relevante para el tema que nos ocupa, es que hacia finales del próximo siglo habrá desaparecido la regulación que proporcionan las heladas alpinas. Esto implica que en los veranos secos, los ríos alpinos (incluyendo el Ródano) llevarán mucha menos agua que en la actualidad.
Una segunda consecuencia del aumento de las temperaturas será el aumento de la evaporación y transpiración (de hecho, el aumento es consecuencia del incremento de la radiación, que también causa el aumento de temperaturas). Cabe esperar que, en general, esto produzca una cierta aceleración del ciclo hidrológico porque el aumento de la evaporación hará aumentar la lluvia, etc. Esto, en todo el mundo. Aquí, no se sabe todavía. Sin embargo, en general es probable que se produzca un aumento de las lluvias en invierno y de la sequedad del suelo en verano.
La síntesis de la discusión sobre el cambio climático es que: (1) se producirá; (2) todavía no sabemos cómo nos afectará; y (3) al contrario de lo que se está diciendo, no existen evidencias para pensar que nuestros ríos llevarán menos agua que ahora. A pesar de esto, es evidente que conviene estar atento.

Los transvases

Como la situación actual es insatisfactoria y todo hace pensar que tenderá a empeorar, ATLL planteó la conveniencia de llevar agua de otras cuencas. Básicamente, ATLL ha planteado dos posibilidades, transvase desde el Ebro y desde el Ródano. Sus características básicas aparecen reunidas en la Tabla 2 y su trazado en la Figura 4.
De entre estas dos alternativas, el comité científico eligió de manera unánime la alternativa Ródano por diversos motivos: la calidad del agua del Ródano es superior a la del Ebro. La fiabilidad es también mayor. Es muy poco probable que haya una sequía muy importante simultáneamente en las cuencas internas de Cataluña y en la del Ródano. Tampoco es muy probable que el cambio climático afecte negativamente a ambos sitios. Además, parece haber una mejor disposición a ceder el agua (menos conflictos sociales) en el Ródano que en el Ebro. El coste de ambas opciones es parecido. La única ventaja del Ebro es su mayor flexibilidad. Se podría hacer sólo la cañería, que es mucho más barata que la del Ródano, y dejar para más adelante inversiones orientadas a la mejora de la garantía (rescate de concesiones hidroeléctricas, etc.).
Hay que añadir que existen otras posibilidades. La más evidente es realizar el transvase desde el Segre. Esta posibilidad, que ya propuso Victoriano Muñoz Oms hace más de 30 años, probablemente daría lugar a un agua más barata y de mejor calidad que el Ebro o el Ródano. El hecho de que no haya sido considerada por ATLL puede reflejar más las dificultades sociales o ambientales que las técnicas.
Hay que mencionar también posibilidades intermedias. Los transvases discutidos hasta ahora son del orden de 300 hm3. Sería posible hacer transvases del orden de 30-60 hm3 con un coste unitario mucho menor. Entre éstos hay que destacar la continuación del minitransvase del Ebro o la transferencia de agua desde Rialb al Cardoner.
Todas estas alternativas tienen dificultades sociales, legales o ambientales. Su discusión queda fuera del abaste de este artículo y requieren estudios específicos. En cualquier caso, son posibilidades que tendrían que considerarse, al menos si se piensa seriamente en la posibilidad de gestión integrada que comentaremos en el próximo apartado. Sin embargo, de momento nos centraremos en el transvase desde el Ródano, ya que parece mejor que el del Ebro.
Los aspectos básicos del transvase son los siguientes:

El transvase resuelve el problema de garantía. El suministro de agua al área de Barcelona no se vería afectado por las sequías. Todavía más importante, la gestión del transvase es muy sencilla. La definición del acuerdo internacional y las consideraciones financieras introducen un cierto grado de complejidad. Pero, una vez construido, el funcionamiento es relativamente convencional y los ingresos parecen asegurados. Es decir, la operación tiene un riesgo pequeño.

El transvase del Ródano implicaría una mejora importante de la calidad del agua en Barcelona. Todavía más importante, se eliminarían los agravios comparativos actuales en lo relativo a la calidad del agua suministrada. Sin embargo, hay que insistir en que no tenemos datos de microcontaminantes. Esto es importante porque su eliminación es difícil, acabará siendo obligatoria y el carácter industrial de la cuenca del Ródano hace pensar que es posible tener concentraciones altas.
Podría llegar a darse la irónica situación de tener que recurrir a tratamientos de tipo manofiltración o osmosis inversa (la consideración de este tipo de tratamiento haría innecesario el transvase). Por esto, es importante no asumir ningún compromiso antes de aclarar este extremo.

La puesta en marcha del transvase quitaría presión sobre los ríos y acuíferos. Esto permitiría mejorar su calidad ambiental. Considerando, además, que el transvase no parece tener ningún impacto ambiental negativo, se concluye que el transvase puede tener efectos positivos. Sin embargo, hay que insistir que estos efectos no vendrían de manera automática. Sobre este tema volveremos en el próximo apartado.

El único inconveniente del transvase del Ródano es su coste. La construcción se estima alrededor de 150.000 MPTA. Considerando que la parte española del transvase se hace con una subvención del 50%, los costes fijos del transvase serían de unos 15.000 MPTA/año (o 50 ptas./m3 para los 300 hm3 previstos al año). Los costes variables suponen unas 30 ptas./m3 adicionales. De éstas hay que señalar que unas 10 ptas. corresponden a los gastos de bombeo, que es un precio bastante bajo si se piensa que el bombeo total es del orden de  500 m (1,4 kWh/m3). De éstos, unos 150 corresponden al aumento de cota desde la toma de agua hasta la estación de Cardedeu y el resto a pérdidas de energía en las cañerías. Hay que decir que estas pérdidas son bastante altas (pendiente hidráulico del 10/00) y que, desde una perspectiva de sostenibilidad, quizá tendría que aumentar la inversión para reducirlas.
El coste de 80 ptas./m3, que probablemente acabará subiendo un poco más, es adicional al de tratamiento y distribución. Sin embargo, no implica necesariamente un aumento del precio de la misma magnitud. Si el coste fuera asumido por todos los ciudadanos del área, el aumento de precio sería de unas 50 ptas./m3 (resultado de dividir el coste total entre los 500 hm3 de demanda actual). Posiblemente, esto es equitativo pero, después de las experiencias que hemos vivido recientemente, es dudoso que se pueda implantar.
 
Apuntes para una gestión integrada

Después de analizar la propuesta de construcción del transvase, la conclusión más unánime del comité científico fue la de considerar que la solución a los problemas de suministro al área de Barcelona no tiene que ser puntual sino que se tiene que plantear desde una perspectiva de gestión integrada. Esto no quiere decir que el transvase no sea necesario, sino que se tiene que considerar sólo como un elemento adicional de gestión.
Se entiende por gestión integrada la utilización conjunta de aguas superficiales y subterráneas bajo criterios de sostenibilidad. Aquí llamamos sostenibilidad en un sentido amplio, es decir, incluyendo el restablecimiento del funcionamiento de los sistemas naturales como uno de los criterios que hay que considerar. Como esto de gestión integrada suena bien pero no se entiende tan bien, quizá haya que mencionar un par de conceptos.
Como primer ejemplo de lo que hay que evitar bajo criterios de gestión integrada, hay que mencionar lo que se propone para hacer frente a la contaminación de nitratos. No parece adecuado a largo plazo el progresivo abandono de recursos actualmente en servicio porque se vayan contaminando poco a poco. Esto no es sólo malgastar el poco agua que tenemos, sino que afecta también a la flora y fauna de los ríos y la economía. Este último punto queda claramente ilustrado por el caso de Barcelona, donde se bombean del orden de 30 hm3/año para mantener bajo el nivel freático. La mayoría de esta agua se vierte al alcantarillado, de manera que al coste del bombeo se le añade la pérdida de agua y el coste del tratamiento.
Una segunda idea para ilustrar el concepto de gestión integrada es la que alguien sea y se sienta responsable. Parte de las disfunciones actuales se deben a que nadie parece sentirse responsable. ATLL sólo se siente responsable del abastecimiento, la Junta de Aguas de la cantidad, la de Saneamiento del tratamiento de las aguas residuales, la Conselleria de Agricultura de los riegos, la de Sanidad de las condiciones sanitarias del suministro y la de Industria del ahorro por parte de la industria. A pesar de reconocer que cada uno de ellos hace su trabajo de manera correcta (¡y algunos de manera excelente!), lo cierto es que nadie parece sentirse responsable de que el Ayuntamiento de Sant Adrià tenga que gastarse cerca de 10 millones de pesetas al año en bombear 8 hm3/año, que como se ha dicho en el apartado 2.3 representa más del 10% del déficit actual, para mantener seco un aparcamiento subterráneo, o haya que cerrar un pozo de abastecimiento porque se hayan utilizado demasiados fertilizantes. Hay que decir que la reciente creación y próxima puesta en marcha de la Agencia Catalana del Agua (ACA) tiene que considerarse como un primer paso en esta dirección.
En lo que resta, me limitaré a apuntar algunas ideas que convendría discutir en el contexto de una gestión integrada.

Protección de las fuentes de agua
Esta línea de actuación está encaminada a mejorar la calidad del agua. Afecta indirectamente a la garantía porque la reducción de contaminación hace innecesario abandonar recursos que actualmente están siendo explotados. Las dos actuaciones  más evidentes son, por una parte, la captación de las escorrentías de salmueras procedentes de los escombros salinos del Llobregat y Cardener y, por la otra, el establecimiento de medidas protectoras de las aguas subterráneas y de control de los vertidos a los ríos.
Respecto a las salmueras, hay que decir que se estima que más de 200.000 toneladas de sal se disuelven cada año en los escombros salinos del Bages. Del orden de la mitad se llevan cerca del mar con un colector de salmueras construido a finales de los años 80. La puesta en marcha de este colector redujo la concentración de cloruros en Sant Joan Despí de 734 mg/l (media 1980-89) a 382,8 (media 1990-97), la de sodio de 357 mg/l a 190 mg/l y la de potasio de 127 a 47. Es posible reducir la masa de salmueras que llegan al río de dos manera. Primero, captando las salidas que todavía vierten directamente al río y, muy singularmente, la riera de Fusteret en Súria. Segunda, impidiendo la entrada de agua dulce a los escombros bien mediante el desvío de las entradas procedentes de los laterales (caso de Cardona) o bien mediante la cobertura cuando esto no sea posible. No se discute aquí la posibilidad de eliminar los escombros. Suponiendo que se pudiese captar un 25% de la escorrentía total, la concentración de cloruros quedaría ligeramente por encima de los 200 mg/l, la de sodio de los 100 mg/l y la de potasio por debajo de los 30 mg/l. Sólo con esta actuación los valores de estos parámetros y de la salinidad total llegarían a valores dignos. Probablemente, el coste de la operación, que se tiene que amortizar en 25 años, no excedería las 0,2 ptas./m3 para los 500 hm3 de agua consumidos en la actualidad.
Si realmente se pudiera evitar que una proporción importante de agua dulce se convirtiera en salmuera, se podría llevar más agua por colector. Así, sería factible realizar un inventario de las aportaciones salinas al Llobregat procedentes de industrias que ya tratan sus aguas residuales. Es razonable pensar que una parte importante de las aportaciones se concentre en unas pocas industrias y que sería factible llevarlas también al colector. No estamos en condiciones de evaluar la efectividad de esta medida. Sin embargo, hay que decir que se ha puesto en práctica con éxito en el río Besós.
La protección de las aguas subterráneas es una acción habitual en todos los países desarrollados. De manera específica, la mayoría de los países europeos han puesto en marcha políticas activas para reducir las entradas de nitratos en los acuíferos. Además de contaminar las aguas (concentraciones continuadas por encima de los 50 mg/l pueden resultar peligrosas para los niños y las madres lactantes), tienen el efecto de inhibir los procesos de degradación natural de muchos de los microcontaminantes orgánicos, que tendrán que eliminarse cuando se empiece a aplicar la nueva directriz europea del agua. Es posible que los únicos ciudadanos que estén disfrutando de un agua de calidad homologable a la que se requerirá en el futuro sean los que reciben agua de pozos. El hecho de que haya que cerrar estos pozos es, pues, irónico. La reducción de nitratos requiere reducir la utilización de fertilizantes, un trabajo que no es fácil pero que habrá que hacer antes o después. Además de reducir los nitratos hay que empezar una política activa de definición de perímetros de protección. En síntesis, la protección de las aguas subterráneas tiene un importante coste de gestión. Su efecto sería mejorar la calidad e indirectamente los recursos, sin que se tengan que abandonar pozos.

Regeneración y reutilización de aguas
Bajo este epígrafe se incluyen las actividades orientadas a facilitar la utilización de aguas residuales tratadas y de aguas disponibles pero de calidad no asegurada (como el agua de minas o la subterránea de Barcelona).
La puesta en marcha de estas políticas requiere las siguientes actuaciones concretas:
1. Implantación de instalaciones de regeneración con capacidad y fiabilidad para satisfacer con agua regenerada ciertos usos que podrían liberar agua para consumo doméstico.
2. Implantación de programas de control de vertidos que no hipotequen la posterior reutilización del agua.
3. Implantación progresiva y estratégica de redes secundarias para la distribución de agua regenerada.
4. Adquisición de experiencia en la explotación y mantenimiento de estos proyectos.
Esta opción ha ido creciendo en los últimos años y empieza a ser habitual en California, Florida y Arizona, en EE UU. Hay que decir que el tercer paso (distribución del agua regenerada) puede requerir inversiones importantes (bombeos, cañerías, depósitos de regulación) y costes de funcionamiento comparables a los de la red primaria. Por eso, de entrada es necesario un impulso importante por parte de la Administración Pública (la iniciativa privada no puede asumir el riesgo). También por eso es importante que este tipo de operaciones se realice en el contexto de una gestión integrada que permita una cierta distribución de costes entre todos los usuarios. La realidad es que los que lo han intentado están contentos.
Es difícil evaluar el impacto de estas medidas. En Estados Unidos, se recicla de esta forma entre el 10% y el 30% del consumo (hay que recordar que, en las condiciones actuales, la garantía de suministro sería adecuada si se redujera la demanda en un 12%). Algunas operaciones que parecen claras son la substitución de los riegos del delta del Llobregat por agua regenerada. Esto liberaría unos 20 hm3/año en el río Llobregat con un coste adicional de unas 5 ptas./m3 (coste del tratamiento terciario). También hay que mencionar el aprovechamiento de las aguas subterráneas bajo la ciudad de Barcelona que se están empezando a utilizar para riego de parques y jardines.

Políticas de ahorro
En este apartado se incluyen diversos tipos de actividades: educación ambiental, utilización de equipamientos de bajo consumo, reducción de pérdidas en las redes de distribución y políticas de precios.

Educación ambiental. Las campañas de concienciación suelen reservarse como una de las primeras acciones que hay que realizar para hacer frente a las sequías (tal como ha hecho ATLL esta primavera). Consideramos que es bueno mantener dicha flexibilidad y que no se debería agotar la capacidad de ahorro. Es más, el hecho de que estas campañas conduzcan a reducciones del consumo a medio plazo sugiere que las campañas deberían estar más orientadas a la educación ambiental (qué plantas son las más adecuadas en el país, cuánta agua se consume, etc.), en la línea ya mencionada de buscar la complicidad de los ciudadanos, que al ahorro por sí mismo.

Reducir las pérdidas de la red. Las pérdidas en la red de distribución ya son bajas, al menos en la ciudad de Barcelona. A pesar de reconocer que se deberían analizar las pérdidas de otras ciudades y pueblos del área, consideramos que dicha línea no sería demasiado rentable. De hecho, desde una perspectiva de gestión integrada, las pérdidas en la red no implican pérdidas de agua del sistema global.

Equipamientos ahorradores. Tampoco son demasiado optimistas las expectativas de reducción del consumo por la vía de los equipamientos (grifos, duchas, cisternas). De todos modos, debería estudiarse el tema con atención y pensar en soluciones potencialmente innovadoras. Por ejemplo, se podría favorecer la instalación de equipamientos de bajo consumo que tratan fiscalmente como un lujo los equipamientos convencionales (en Arizona es obligatorio la utilización de equipamientos de bajo consumo). Obviamente, sería necesario un periodo de adaptación y de otras medidas para no perjudicar la industria. Lo que es evidente es que nuestra industria se fortalecerá y será más competitiva si somos los primeros en llevarlo a cabo.
Resumiendo, es probable que el principal efecto de dichas medidas sea frenar el crecimiento de la demanda en lugar de reducirla.

Política de precios. Uno de los elementos más importantes para la gestión integrada es la política de precios. Por lo general se considera que el consumo doméstico es muy rígido, en el sentido de que variaciones del precio del agua no conducen a cambios sustanciales del consumo. El LBAE cuestiona dicha idea y menciona que la elasticidad puede llegar a –0,57 (un aumento del 1% del precio conduce a una reducción de la demanda del 0,57%). Es decir, las variaciones de precios pueden tener un cierto efecto sobre la demanda. El precio del agua en Barcelona es uno de los más altos de España (¡pero no de Europa!) y debería aumentarse con cuidado. Lo que seguro que debería hacerse es variar la estructura de la tarifa.
Actualmente se paga una parte constante bastante elevada, y una parte variable relativamente pequeña. El efecto de esto es que el precio medio del m3 baja al aumentar el consumo. Es evidente que esto favorece los consumos altos y, en general, el despilfarro del agua. Para evitarlo es necesario utilizar estructuras de tarifas con precios marginales (¡y medios!) crecientes con el consumo. Esto, además de tender a frenar el crecimiento de la demanda para los consumidores pequeños, supone un buen incentivo para que los grandes consumidores (que pagan precios marginales altos) consideren la posibilidad de utilizar agua regenerada. La estructura de la tarifa actual se justifica sobre la base que la parte constante paga la disponibilidad del servicio (red de distribución, contador, etc.). Se podría argumentar que dichos costes no son realmente constantes, sino que son más altos para las personas que viven en zonas de baja densidad de viviendas que acostumbran a tener consumos más altos. Independientemente de esto, creo que la justificación del cambio se debe basar en la filosofía de racionalización de la gestión integrada.

Políticas de aumento directo de la garantía de suministro
Dentro de este apartado se incluyen tres tipos de medidas: variaciones en los regímenes de concesiones de minicentrales, aumento de la recarga de agua de lluvia y reducción de la salinidad de aguas de baja calidad.

Concesión a minicentrales. Como ya se ha comentado al discutir la situación actual, la garantía de suministro es baja en parte por las obligaciones de mantener un caudal mínimo para las minicentrales aguas abajo de los embalses. Un modo de mejorar la garantía sería variar los regímenes concesionales, de modo que la operación de los embalses tuviera menos obstáculos. Dentro de dicha operación deberían revisarse los caudales mínimos ecológicos.
Recarga de agua de lluvia. Las medidas orientadas al aprovechamiento de aguas de lluvia consisten en favorecer que se recarguen los acuíferos. Esto se consigue mediante grandes balsas de recarga artificial del agua que fluye por los ríos durante las avenidas o mediante colectores permeables, cuando existe una red de drenaje doble (una para aguas residuales y otra para el agua de tormentas). Como la lluvia presenta una salinidad muy baja y las concentraciones de contaminantes acostumbran a ser bastante bajas como para asegurar su eliminación por regeneración natural en los acuíferos, dichas actuaciones tienden a mejorar la calidad del agua, además de implicar un aumento neto de los recursos. Un beneficio adicional es la reducción, normalmente muy pequeña, del caudal máximo de avenida aguas abajo. Dicho tipo de medidas tiene un coste alto tanto de inversión como de mantenimiento y el beneficio queda tan difuminado que sólo tienen sentido en el contexto de una gestión integrada. En cualquier caso, la inversión se puede reducir sensiblemente si las actuaciones se limitan a la zona de nueva urbanización, si se unen a la ordenación del territorio (balsas en las zonas inundables) y si se utilizan como herramienta adicional por los arquitectos del paisaje (balsas de recarga en los parques). Hay que recordar que una de las conclusiones del apartado 2 es que parte del crecimiento previsible de la demanda es atribuible a la migración fuera de las ciudades y a la construcción de segundas viviendas.

Desalinización. Si las opciones anteriores no fueran suficientes, siempre se podría recurrir a la desalinización de aguas residuales (mucho más barata que la marina). Si el agua que sale de una estación de tratamiento terciario pasara por un proceso de osmosis inversa, el agua resultante tendría una salinidad muy baja y ningún microcontaminante. Es decir, sería aún mejor que el agua resultante de la potabilización del agua del Ródano. La normativa actual, que seguramente debería revisarse, no permitiría su inclusión directa en la red. Por este motivo debería pasar un proceso de naturalización en un acuífero. A pesar de que el comité no conoce el coste exacto de dicha actuación, se pueden ofrecer más cifras orientativas. El coste de desalar agua del mar por osmosis inversa en una planta de 60.000 m3/día (22 hm3/año) es, según el LBAE, de unas 72 ptas./ m3 (unas 50 ptas./m3 de funcionamiento y el resto de amortización al 5% en 15 años). Considerando que esta agua no requiere potabilización (lo que permite restar unas 30 ptas./m3, para comparar dicho precio con el del agua del Ródano) y que el sobrecoste de transporte es pequeño, resulta un coste inferior a las 45 ptas./m3. Estos cálculos se han realizado suponiendo una desalinización del agua del mar. La desalinización del agua regenerada tendría un coste significativamente inferior (probablemente se podría realizar por electrodiálisis). Debe añadirse que, en dichas condiciones, el coste energético sería comparable al del agua del Ródano. La osmosis inversa de baja presión con unos restos del 35% (que se vertería directamente al mar) tiene un consumo de 1 kWh. La experiencia en aguas residuales es limitada, por lo cual nuestras empresas ganarían competitividad si la adquirieran. La desalinización de aguas subterráneas salubres en Canarias cuesta unas 50 ptas./ m3 (es decir, un coste de sólo 20 ptas./ m3 por encima del actual). La tecnología de la osmosis está perfectamente probada.
Una última reflexión a raíz de la desalinización es que, dado que la inversión es relativamente pequeña, seguramente sería más rentable construir las instalaciones y utilizarlas sólo para hacer frente a las sequías.

Algunas reflexiones finales: dejar los transvases de lado

Hasta el momento he intentado ser objetivo (si es posible). Sin embargo, en este último apartado quiero añadir algunas reflexiones finales a raíz de lo que se ha estado diciendo sobre este tema.
Existe una especie de prejuicio en contra de los transvases, especialmente en los círculos conservacionistas. En parte, dicho prejuicio está justificado. Muchos transvases han sido graves errores (nadie puede dejar de pensar en el mar de Aral). No obstante, en dicho caso no creo que las circunstancias justifiquen tanta prevención. El caudal que se extrae es una fracción pequeña de lo que contiene el Ródano, no lo pondremos en ningún río nuestro, sino que irá directamente a la estación de tratamiento y el que extraemos no contiene mucha sal.
Se ha hablado de riesgo de contaminación radioactiva. No obstante, la realidad es que la radioactividad es fácil de medir y por lo tanto, de controlar. En condiciones naturales, la radioactividad del Ródano es inferior a la del Llobregat y, en caso de accidente en alguna de las instalaciones nucleares francesas, sería sencillo cerrar el grifo en el punto de toma de agua. De hecho, desde el punto de vista de la calidad del agua, una de las incertidumbres que deben solucionarse son las concentraciones de microcontaminantes. Si éstas son elevadas, seguramente el proyecto deberá abandonarse porque para eliminar dichos contaminantes probablemente deberá recurrirse a tecnologías de desalinización. Suponemos que no son elevadas (obviamente, debe verificarse).
También se ha dicho que el transvase del Ródano es un proyecto faraónico. Me extraña. Es una construcción muy grande pero coherente con lo que se propone. Como en muchas obras públicas es de dimensiones y presupuesto grandes, pero no es mucho más faraónico que 150 km de autopista o un gran puerto. De hecho cuando se compara con otras inversiones públicas no parece desproporcionado. El problema es cuando se compara con los gastos de funcionamiento dedicados a la enseñanza, las universidades, los parques naturales, la innovación tecnológica, el bienestar social, etc. Pero esto es el mismo problema de siempre: a los políticos les gusta más la inversión que los gastos de funcionamiento.
Resumiendo, el transvase del Ródano es una buena solución. Los problemas son de coste y que solventa el suministro de agua a Barcelona demasiado bien. Quiero decir, que si se realiza, nunca nadie se acordará del resto de problemas. En relación con el coste, pienso que es excesivo y que las políticas de gestión integrada mencionadas en el apartado anterior pueden resolver los problemas de suministro en el área de Barcelona con un coste mucho menor; la cuestión es si existe voluntad política para realizarlo.
Tradicionalmente, la política hidráulica ha sido el resultado de grandes recursos sobre equidad. Sin embargo, la realidad es que nunca no se sabe realmente bien lo que se quiere decir con la palabra equidad. Ciertamente no se quiere expresar equidad económica (que paguen los beneficiados), porque se buscan y normalmente se encuentran subvenciones. Tampoco no se quiere expresar equidad social porque los más beneficiados son siempre unos pocos y no los que menos tienen. La equidad política implicaría que decidieran los afectados, hecho que nunca pasa porque el interés nacional siempre está por encima. En fin, sólo los ecologistas están preocupados por la equidad intergeneracional. Resumiendo, a pesar de que la política hidráulica de los grandes discursos me molesta, tampoco no sabría proponer una alternativa.
El lector que haya llegado a este punto debe de estar absolutamente confuso. Si no, quiere decir que no ha prestado mucha atención. Yo estoy confuso. Es evidente que la decisión no es estrictamente racional, que deben considerarse elementos ideológicos y que, por tanto, cada uno tendrá una opinión personal. No obstante sería desleal con los que han llegado hasta este punto si no compartiera con ellos mi valoración personal de que es mejor, de momento, no realizar el transvase. Irónicamente, lo que pesa en mi opinión son aspectos que no he discutido demasiado. Creo que optar por la gestión integrada favorecería el desarrollo tecnológico de empresas ambientales en nuestro país en un momento de gran futuro (¡por una vez no iríamos a remolque del resto del mundo occidental!). Creo que optar por la gestión integrada nos permitiría limpiar nuestros sistemas hídricos.
Hasta ahora hemos dicho que la gestión integrada y los transvases no son opciones excluyentes. En esencia no lo son. Dudo, verdaderamente, que nuestra Administración opte por una gestión integrada si se construye el transvase. Esto implicaría buscar y encontrar complicidades con los ayuntamientos, los ciudadanos, las empresas de servicio, las universidades, las organizaciones ecológicas, etc. Hasta el momento no se ha hecho. Si se construye el transvase, no será tan urgente y no se efectuará. A modo de ejemplo, las universidades y centros de investigación del área ATLL generan el 1% de la ciencia y la tecnología mundial en temas sobre el agua (valorado en términos de número de publicaciones de revistas científicas de alto nivel). Pues bien, ninguno de ellos ha realizado alguno de los múltiples estudios que se han realizado en torno a la propuesta de transvase.
Desde esta perspectiva de gran confianza en nuestra capacidad pienso que es mejor, de momento, no realizar el transvase. Si resulta que las políticas que se  ponen en marcha no son suficientes, ya lo haremos. Si resulta que sí, que son suficientes, pues, mira, nos habremos ahorrado 150.000 millones de pesetas, que por esas fechas ya diremos cerca de 1.000 millones de euros.
 
 
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