Foro de debate Núm. 25 - enero 2000 

Agricultura de regadio y sostenibilidad

Xavier Coll Gilabert
Presidente de la Junta de Gobierno de los Canales de Urgell

La agricultura de regadío acostumbra a presentarse como el primer consumidor de agua, el más despilfarrador y uno de los que más contribuye a la degradación del recurso. Las comunidades de regantes son conscientes de ello y, al mismo tiempo, del efecto positivo de la agricultura intensiva en las economías rurales. Por esta razón, propugnan el uso de tecnologías de riego más eficientes y un cambio cultural respecto al agua.
 

A menudo, el campesinado y especialmente el de regadío por practicar una agricultura más intensiva, es cuestionado por no ser lo suficiente respetuoso con los recursos naturales. Con frecuencia se lee que el consumo agrícola es muy superior al urbano, que se debe poner un precio al agua de riego para que se haga un uso más racional o que el exceso de fertilizantes compromete seriamente la calidad de los recursos hídricos. Desde la Comunidad General de Regantes de los Canales de Urgell, que abasta una extensa área geográfica de las comarcas de Lérida y constituye la mancha verde más grande de Cataluña, se es consciente de todo esto, así como también de que gracias al regadío se ha configurado un modelo agrario que ha dado un gran impulso a las actividades derivadas, como las ganaderas, agroindustriales y de servicios, siendo el motor del proceso expansivo de las tierras de Poniente. Por eso defendemos el derecho a disponer del agua necesaria para consolidarlo, junto con medidas que favorezcan la modernización y el cambio progresivo a sistemas más eficientes.
Las modernas tecnologías de riego nos abren nuevas posibilidades, pero paralelamente los regantes debemos hacer un esfuerzo para mejorar las prácticas culturales que eviten la contaminación difusa y preserven la calidad del recurso, conscientes de que el futuro pasa por la integración ambiental de la agricultura.

Antecedentes

La agricultura es una actividad a la intemperie, sin techo, y por lo tanto sometida a las irregularidades climatológicas. Por su propia naturaleza, es una actividad muy exigente en agua, ya que ésta es indispensable para el desarrollo de las plantas y de los frutos, una parte de la cual se integra y la otra vuelve al medio. En medio de dicho proceso y gracias a la fotosíntesis, la planta actúa como una excelente depuradora ambiental, liberando oxígeno a la atmósfera y reduciendo el dióxido de carbono.
No es necesario que se confirmen las previsiones de los científicos sobre un cambio climático, con una posible disminución de la pluviometría hasta un 10% y un aumento de su irregularidad, para que el tema del agua tome carta de naturaleza. Desde la década de los 80, ha habido un proceso creciente de sensibilización en la sociedad sobre la necesidad de preservar el ciclo integral del agua, prestando atención no sólo para mejorar la eficiencia del recurso sino también su calidad, como ya propugnaba la Carta del Agua aprobada en el año 1968 en la conferencia europea de Estrasburgo. En ella se enfatizaba el carácter de recurso indispensable para cualquier actividad humana, no inagotable, que se debe preservar, perfeccionando las técnicas de utilización, reciclaje y depuración, para que no comprometan el uso posterior, público o privado.
Dicha sensibilización también queda manifiesta en el hecho de haberse impulsado y aprobado en este periodo reformas legislativas en materia hidráulica, como la Ley de aguas, de 2 de agosto de 1985, que actualmente ya cuenta con un Proyecto de ley de reforma de la misma, la elaboración del Plan Hidrológico Nacional y de los Planes Hidrológicos de Cuenca, el Plan Nacional de Regadíos, el Libro Blanco del Agua, o en el ámbito autonómico la Ley 6/1999, de 12 de julio, de ordenación, gestión y tributación del agua.
Parece innecesario, por evidente, recalcar el importante papel que en este sentido corresponde a las comunidades generales de regantes, como entidades de dominio público hidráulico, que han de velar y garantizar la más racional y solidaria gestión y distribución de las aguas públicas.

Canales de Urgell: notas históricas

La idea de regar las llanuras de Urgell es de tiempo inmemorial. Los árabes construyeron las acequias de los pueblos de la ribera del Segre y establecieron en algunos lugares de la zona redes locales de riego derivadas de los ríos Corb y Cervera. La historia del Canal de Urgell se inicia en tiempos de Carlos I, que firmó unas ordenanzas dirigidas a la construcción de una acequia real, que Felipe II amplió con nuevas disposiciones. A partir de entonces muchos fueron los intentos por construirlo. La pérdida persistente de las cosechas por falta de lluvias inducía a los propios habitantes de Urgell a emprender por su cuenta la construcción del canal, pero la miseria extrema que se cernía sobre el campesinado de la comarca imposibilitó reunir la cantidad necesaria para sufragar la obra.
Pero a lo largo de más de quinientos años los proyectos iban fracasando, uno tras otro, por motivos muy distintos. Finalmente, en el año 1852 apareció en la Gaceta de Madrid el Real Decreto que otorgaba a la empresa Girona germans, Clavé y Cia. la concesión definitiva –que traspasó quince meses después a la empresa Canal d’Urgell S.A.-, por un periodo de 99 años, consistente en la ejecución de una obra pública (canal principal y 4 acequias principales), la derivación de los caudales del río Segre y la explotación de éstos.
Finalizado el periodo de la concesión, el Ministerio de Obras Públicas instruyó expediente para determinar si el Canal de Urgell debía revertir al Estado, como decía el RD, de 3 de noviembre de 1852, o bien a los regantes, como disponía la Ley de aguas vigente. Por Orden Ministerial, de 10 de agosto de 1964, se resolvió que los regantes de Urgell debían crear una Comunidad General –que se declaró formalmente constituida el 24 de diciembre del mismo año- que sería titular a perpetuidad de la concesión del aprovechamiento de las aguas y de la totalidad de las obras necesarias para el riego.
Para la mejora de los riegos, ya que el canal principal de Urgell no era suficiente, fue otorgada a Canal de Urgell S.A. la concesión del canal auxiliar, que fue construido por la Confederación Hidrográfica del Ebro entre el 1929 y el 1932 y posteriormente, en el año 1966 entregado por la Administración a la Comunidad General de Regantes de los Canales de Urgell a perpetuidad.
Finalmente, por resolución de fecha de 2 de septiembre de 1991, el Ministerio de Obras Públicas declaró constituida a favor de la Comunidad General de Regantes de los Canales de Urgell la concesión del agua del río Segre con unos caudales mínimos para derivar de 33 m3/s por el canal principal al T.M. de Ponts y de 8 m3/s por el canal auxiliar al pantano de Sant Llorenç de Montgai, T.M. de Camarasa, con destino al riego, abastecimiento de poblaciones y usos industriales, no pudiendo utilizar más de 9.000 m3/hectárea y año. Asimismo, otorgaba a la Comunidad el derecho a poder utilizar las aguas avenadas, las que circulan por los lechos que atraviesan la zona regable y las subterráneas que se encuentran dentro de dicha zona.
Los derechos de dicha concesión se mantendrán hasta el día 1 de enero del año 2061, de acuerdo con lo que dispone la Ley de aguas de 2 de agosto de 1985.

Situación actual

Hasta el año 1959 el río Segre no tenía ningún tipo de regulación y las tierras regables de los Canales de Urgell se veían condicionadas a cultivar una elevada proporción de cereal de invierno, principalmente trigo y cebada, debido a la falta de agua en verano, con la imposibilidad de realizar cultivos más rentables, como el maíz, la alfalfa, la cebolla, los frutales y otros. A partir de aquel año, con la entrada en funcionamiento del pantano de Oliana, de 101 hm3 de capacidad, se iniciaba una progresiva transformación de las explotaciones, siendo cada vez más intensivas y propiciando el desarrollo de la ganadería como actividad complementaria.
En materia de infraestructuras hidráulicas, es a partir del año 1964, el de la reversión de los Canales al país regante, cuando se apuesta decisivamente por la mejora de la red principal –144 km de canal principal, 76 km de canal auxiliar y 103 km de acequias principales- habiéndose revestido hasta la actualidad 171 km y realizado el encañamiento de unos 3.000 km de acequias de distribución secundaria y más de un centenar de embalses reguladores de las 21 Colectividades de Regantes que integran la Comunidad General.
Actualmente desde los Canales mencionados se dan los siguientes servicios:
• Abastecimiento  de agua de boca a 120.000 habitantes de 63 municipios, con más de cien núcleos de población que pertenecen a seis comarcas: Noguera, Segarra, Urgell, Pla d’Urgell, Garrigues y Segrià, así como a una importante cabaña ganadera, especialmente de porcino que supera el millón de plazas con una producción superior a los dos millones de cabezas de ganado anuales.
• Riega cerca de 75.000 ha, siendo los cultivos mayoritarios los de verano –alfalfa 30%, fruta dulce 30%, maíz 20%, otros 5%- y en menor cuantía los de invierno –trigo 15%-. Dicha superficie se encuentra excesivamente atomizada, ya que presenta 52.717 parcelas que pertenecen a 22.003 propietarios, con una media por parcela de 1,33 hectáreas, de parcelas por propietario de 2,4 y de superficie media por explotación de 3,18 hectáreas. El riego es en un 90% por inundación o a manta y únicamente un 10% está utilizando sistema de goteo o aspersión.
• También da servicio a más de un centenar de industrias, la mayoría de carácter agroalimentario, a las que deben sumarse las incluidas en las redes urbanas de distribución. En cuanto al aprovechamiento hidroeléctrico, existen algunas minicentrales en el decurso del canal principal y las acequias principales.
Uno de los principales obstáculos del campesinado de la comarca del Urgell ha sido el poder disponer de garantías para abastecer de agua con normalidad a los cultivos propios de la zona, especialmente los frutales, los forrajes, el maíz y la cebolla, los que habían experimentado pérdidas cuantitativas y cualitativas considerables en el decurso de los últimos años por la falta de reservas de agua en Oliana a partir de los primeros diez días de agosto.
A pesar de haberse autoimpuesto restricciones en los porcentajes de cultivos de verano e invierno que se debían implantar, a fin de evitar situaciones críticas en verano, las dotaciones normales con que se ha venido regando en el Urgell han oscilado alrededor de los 0,45 litros/segundo y hectárea, cuya mitad se considera una dotación óptima. Además se debe mencionar que un 15% de la zona dominada por los Canales de Urgell se riega con aguas procedentes de la extensa red de desagües, de baja calidad agronómica y en muchos lugares se debe complementar con agua de pozos.
Dicha situación de precariedad no ha propiciado unos rendimientos óptimos y por esta razón las inversiones han sido importantes pero insuficientes. Actualmente el regante soporta una derrama próxima a las 20.000 ptas./ha, que en el caso del maíz, es equivalente al 20% del margen bruto en un año normal, habiéndose invertido en mejoras de la red principal y secundaria 8.500 millones de pesetas en los últimos 30 años.

Posibilidades derivadas de la mayor regulación del Segre

La mayor disponibilidad de regulación del Segre, propiciada por el pantano de Rialb, de 400 hm3 de capacidad, no únicamente solventará el déficit estructural de la actual zona regable de Urgell, con una dotación objeto de 8.923 m3/ha y año, con garantías del 90% y una modulación de verano alta, sino que posibilitará la ampliación de la zona regable de Urgell en 4.000 ha y la puesta en regadío de 2.000 ha de compensación en la zona afectada de Rialb y aguas arriba, además del desarrollo de la nueva zona regable del Canal Segarra-Garrigues, con 51.764 ha en el margen derecho y 20.000 ha en el izquierdo. Adicionalmente, mediante la elevación de agua del bajo Ebro se conseguirán las garantías mínimas establecidas en el Plan Hidrológico de la cuenca del Ebro.
No menos relevantes son las otras mejoras implícitas en Rialb, como las siguientes:
• Mejora del abastecimiento de agua a casi la mitad de la población de las comarcas ilerdenses, que a menudo padecen restricciones en la segunda mitad del verano.
• Prevención de riadas, tan importantes como las de los años 1907, 1937 y 1982.
• Compensación medioambiental: Permitirá el establecimiento de caudales ecológicos o de  mantenimiento, que favorecerán la biodiversidad de la fauna y la flora del río.
• Contribución al mantenimiento del objetivo C-2 de calidad del agua del río Segre, lo que facilitará los tratamientos para su potabilización, si procede.
• Aprovechamiento hidroeléctrico, con un aumento del 35% sobre la producción hidroeléctrica actual en el río y canales de derivación, lo que supondrá un ahorro de combustibles fósiles o tradicionales y reducirá la contaminación por emisiones de dióxido de carbono.

Modernización de los regadíos. Aspectos ambientales

La optimización del agua para riegos, que tienden a economizar y racionalizar el recurso es una obligación contemplada en la Ley de aguas vigente y especificada en los Planes Hidrológicos. La Comunidad General de Regantes de los Canales de Urgell se encuentra en un proceso de modernización que incluye la adecuación de las Ordenanzas y Reglamentos de la Comunidad a las nuevas exigencias sociales con el objetivo de conseguir una gestión integrada del agua, facilitando los cambios a sistemas de riego y de distribución más eficientes, que permitan una mejora del riego en parcela, con menos necesidades de mano de obra y de mantenimiento y mayor nivel tecnológico.
En este sentido, se considera importante efectuar los siguientes trabajos:
• Diagnóstico sobre el estado de la red principal y de distribución, impulsando su rehabilitación y mejora, con atención preferente al revestimiento de los tramos de tierra y las obras singulares, como los túneles, sifones y acueductos.
• Evaluación de los sistemas de riego ya implantados, efectuando programas de estudio de la correlación existente entre dotaciones de riego aplicadas y rendimientos obtenidos.
• En riegos a manta, instar la nivelación periódica del terreno para evitar pérdidas por percolación o escurrimiento.
• Incentivar el cambio a sistemas de riego más eficientes, como la aspersión o por goteo (localizado), promocionando la fertiirrigación como mejor método para el control del abono. En frutales, donde parece ser el más recomendado para su implantación, el 82% de la superficie todavía se riega por inundación y sólo el 16% es localizado. El riego por aspersión es reducido y a menudo se utiliza para la protección contra las heladas de primavera.
• Concienciar y promover la necesidad de la concentración parcelaria, a priori difícil por la interferencia con los cultivos establecidos, existencia de microclimas, tipologías del suelo y otros factores. A pesar de esto, otra posibilidad serían los planes de explotación conjunta, basados en la agrupación de explotaciones.
• Ofrecer a los regantes una información puntual de datos agroclimáticos de la zona que les permita en cada momento y para cada cultivo saber cuáles son las necesidades de agua para poder aplicar la dosis de riego óptima.
• Desarrollar el Proyecto de Regulación Dinámica de los canales y acequias principales, que contempla la construcción de dos balsas de cola en el canal principal y en el canal auxiliar, respectivamente, así como otros de regulación intermedia, la instalación de compuertas de nivel constante, la automatización de las tomas de derivación y telemando desde la sede central.
Preservar la calidad del agua es prioritario, por eso se deben respetar los caudales de mantenimiento y ecológicos de los ríos y también actuar en los siguientes ámbitos:
• Conseguir disminuir la contaminación difusa de nitratos en las aguas, de acuerdo con la Directiva Nitratos (91/676/CEE), por sus implicaciones medioambientales y sanitarias. Hay que recordar que un agua con más de 50 mg de nitratos por litro es no potable, lo que acaba provocando problemas de abastecimiento en las áreas rurales y en lugares de población dispersa, entre otros.
• Evitar o disminuir los problemas de contaminación difusa en las aguas originadas por la materia orgánica o el fósforo, dado el importante censo ganadero de la zona, que supera el millón de plazas de porcino, con la consiguiente producción de residuos. La gestión de estiércol y purines se debe basar tanto en criterios agronómicos como ambientales, habiéndose realizado últimamente un despliegue importante de la implantación de actividades de gestión de residuos ganaderos, ya sea en basas colectivas de purines que permiten su incorporación progresiva y cuidadosa a las fincas de cultivo o a plantas de tratamiento de purines que realizan un secado de la fracción sólida del purín mediante el calor producido en una planta de cogeneración y tratamiento biológico de la fracción líquida.
• Seria insostenible que no hubiera una medidas administrativas de planificación, seguimiento y control para llevar a cabo los Programas de Actuación para las Zonas Vulnerables, de acuerdo con el Código de Buenas Prácticas Agrarias (CBPA), tarea pesada que requiere mucha formación por parte de los campesinos, ganaderos y gestores del territorio.

Conclusiones

A pesar de haberse aprobado los Planes Hidrológicos de Cuenca, los problemas del agua no acaban de encontrar una solución que satisfaga a todos los sectores implicados. Se dispone de un instrumento, el Libro Blanco del Agua, que tiene que servir de base para la discusión del Plan Hidrológico Nacional y de la reforma de la Ley de aguas, pero es necesario que el debate se haga extensivo a toda la sociedad, que se conozcan y se comprendan los programas de protección y utilización del agua y que se dé una respuesta social a la necesidad de mejorar, garantizar y ampliar las disponibilidades de los recursos hídricos. En este sentido, la Ley catalana 6/1999, de ordenación, gestión y tributación del agua, puede contribuir decisivamente en la preservación, la protección y la mejora del medio, estableciendo un régimen de planificación y económico-financiero del ciclo hidrológico.
En cuanto al regadío, pensar que la repercusión de los costes en las tarifas del agua debe tener un carácter decisivo y de este modo poder disminuir las demandas del sector, puede ser un grave error, ya que la demanda de agua del agricultor, en función del precio, resulta muy inflexible en el tramo final, porque los consumos no se reducen hasta que los precios son muy elevados, con unas consecuencias de tipo económico, agronómico y sociales importantes (pérdida de competitividad, de diversidad de cultivos y de trabajo por su repercusión en las industrias asociadas).
Por otra parte, la modernización de los regadíos tradicionales como los de Urgell, con 140 años de existencia, supone un reto importante. Los problemas estructurales de dichos regadíos exigen actuaciones integrales difíciles y costosas de implantar, aunque tímidamente se han iniciado de un modo creíble y razonado. La mejora de la gestión del recurso debe ser obligatoria y previa a las inversiones pero los beneficios sociales derivados de las mismas deben compensar a los que las han llevado a cabo, ya que de otro modo serían inalcanzables por el sector.
Finalmente, del mismo modo que en el sector agrario existe una preocupación permanente por reducir el consumo de agua, la sociedad urbana también debe hacer lo propio, y no únicamente en términos de productividad, sino de sostenibilidad, que permita satisfacer las necesidades de la población actual sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras, respetando la biodiversidad y mediante una adecuada organización social •
 
 

 
Bibliografía

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