El
papel de la ciudadania Los residuos muncipales como responsabilidad colectiva
Joan Subirats
Equipo de análisis político
Universidad Autónoma de Barcelona
El autor argumenta, desde la perspectiva de la "ciencia del
pueblo", las posibilidades del compostaje a pequeña escala,
incluidas las viviendas situadas en núcleos urbanos. Se narra la
experiencia personal del autor, exconcejal de Ciudad Sostenible del Ayuntamiento
de Barcelona y se analizan los casos de Zurich y la experiencia de la
propia Barcelona.
1.
¿Dónde empezamos? Recogida selectiva y contexto social
Las ciudades concentran
recursos de todo tipo que necesitan para funcionar, y esta concentración
de personas y recursos genera un volumen muy significativo de residuos
que es preciso tratar y gestionar. Si sólo nos fijamos en los residuos
desde esta perspectiva (que algunos denominan "the end of the pipe")
dejaremos de lado el tema de la generación de residuos en sí
y de cómo tratar de minimizarlos o de generar dinámicas
en las que se integre de un modo más completo el ciclo de vida
de los productos de consumo. Existe, por tanto, un amplio acuerdo al considerar
que el tema de los residuos municipales no es sólo un tema de tratamiento,
almacenamiento y eliminación. La complejidad del mismo obliga a
generar vías para informar y sensibilizar a los ciudadanos acerca
de las distintas dimensiones del problema, trabajar con las empresas productoras
para buscar mejores alternativas tecnológicas, e impulsar políticas
desde los poderes públicos que favorezcan prácticas más
sostenibles y desincentiven las actuales pautas de consumo que prescinden
de los efectos que generan.
En este artículo, trataremos de centrarnos en el tema de cómo
influir en la ciudadanía para conseguir cambios en las dinámicas
de consumo, para favorecer la recogida selectiva de residuos y una disposición
más activa en la búsqueda de modelos urbanos más
coherentes con los retos que plantea la sostenibilidad. No podemos olvidar
que todo el mundo parece estar de acuerdo en que, al margen de encontrar
mejores alternativas técnicas, sin las personas será imposible
avanzar hacia sociedades en las que hagamos realidad el ambicioso y hasta
cierto punto ambiguo objetivo del desarrollo sostenible. En este sentido,
las dinámicas que plantea la perspectiva de las Agendas Locales
211 han puesto claramente de relieve este hecho, señalando las
dificultades que conlleva avanzar más deprisa que la ciudadanía,
y la importancia de los mecanismos participativos y de consenso.
A pesar de todo, lo cierto es que aunque existe una aparente mayor sensibilidad
ambiental (a la que haremos referencia más adelante al hablar de
encuestas de opinión) el imaginario colectivo del país está
todavía esencialmente centrado en las tradicionales preocupaciones
de escasez y falta de desarrollo. En algunos trabajos sociológicos12
se ha detectado como tan sólo unos cuantos años atrás
las familias del área metropolitana de Barcelona han dejado de
acumular un conjunto de alimentos básicos (harina, azúcar,
aceite,...), práctica que se seguía por razones históricas
de carencia periódica y por rutinas muy interiorizadas de previsión.
En otros trabajos se observa cómo la preocupación ambiental
siempre está condicionada al mantenimiento de las capacidades de
consumo (sólo 1 de cada 10 españoles prioriza la protección
ambiental al crecimiento económico)3 . Es importante tener en cuenta
estos factores a la hora de argumentar que si la gente no cambia la forma
de ver las cosas y su manera de abordar el consumo, no podremos, de hecho,
avanzar demasiado en una gestión sostenible de los residuos municipales.
Al mismo tiempo, es preciso recordar que nuestra historia no nos permite
ser demasiado optimistas a la hora de plantear iniciativas y políticas
que sigan la línea señalada. Nuestra propia historia nos
dice que se va mucho más deprisa, a pesar de lo que se pueda pensar,
en cambiar unas reglas de juego políticas o conseguir unirnos a
los países más avanzados de Europa, que en acostumbrarnos
a entender los espacios públicos como responsabilidad colectiva.
En estos poco más de veinte años que llevamos de democracia,
nos hemos ido dando cuenta de la importancia de las dependencias históricas.
Los prolongados decenios de autoritarismo que han caracterizado la historia
contemporánea (con sólo cortas interrupciones liberales
o democráticas) han ido generando un significativo distanciamiento
entre estructuras institucionales, sociedad política y sociedad
civil. La gente tiene tendencia a desconfiar de lo que es público,
no lo siente como suyo. Y esta (sin duda justificada) desconfianza hace
que más bien se entienda que lo que pasa fuera de casa, este espacio
público o civil, o bien es responsabilidad de los poderes públicos
o no es responsabilidad de nadie. El binomio des- responsabilización
social-impotencia institucional, es especialmente peligroso en temas como
los medioambientales, donde se juega con criterios de bienes colectivos,
o con expectativas de generaciones no presentes. Si afirmamos, como decíamos
al hablar de residuos municipales, que sin la sensibilización y
movilización social será difícil avanzar, nos damos
cuenta de que estos handicaps históricos son, sin duda, importantes,
y pueden explicar muchas cosas.
Por último, a la hora de analizar estos aspectos de contexto en
el que cabe situar las estrategias de concienciación e implicación
ciudadana en la recogida selectiva de residuos, es preciso también
tener en cuenta el modo en que se han construido y llevado a cabo las
políticas ambientales en España y Cataluña estos
últimos años.
El enfoque que ha predominado en las políticas medioambientales
en España (con toda la complejidad que confiere el marco de muchos
niveles de gobierno actuando simultáneamente en cada política)
ha sido el regulativo y correctivo o reactivo. Como ya sabemos, la perspectiva
regulativa implica casi siempre una perspectiva jerárquica, vertical,
de imposición de arriba a abajo. Y, por otra parte, en la construcción
de este tipo de políticas se ha tendido a "blindar" el
proceso de elaboración de las políticas, basándose
en las peculiaridades de la política que parecía imponer
perspectivas muy técnicas. No es, pues, de extrañar que
el enfoque del desarrollo sostenible y las exigencias que plantea la implicación
ciudadana en las políticas más consistentes y sólidas
para abordar la gestión y el tratamiento de residuos urbanos no
acaben de coincidir, por las formas abiertas y participativas que precisan,
con el estilo predominante que hemos señalado. A buen seguro que
las tradiciones de implicación ciudadana en los asuntos colectivos,
y la más dilatada preocupación por los temas ambientales
en otros países europeos, nos pueden ayudar a explicar diferencias
significativas tanto en el ritmo con el que se avanza como en los instrumentos
utilizados.
2.
¿Cómo lo vemos? Las percepciones de los ciudadanos sobre
el tema de los residuos municipales
Se han realizado
numerosos trabajos de campo intentando analizar las percepciones de la
ciudadanía sobre los problemas ambientales en general4. En el tema
de los residuos municipales se observa una evolución de la antigua
preocupación por las basuras de manera genérica a una más
clara concienciación de lo que significan los residuos y su selección
y tratamiento diferenciado. Es indudable que la colocación de contenedores
específicos para vidrio, papel-cartón y otros residuos en
las calles de la mayoría de ciudades ha supuesto un cambio significativo
en la percepción popular del tema5. En el año 1996, en una
encuesta realizada por el CIS (véase nota 4) a 2.500 ciudadanos
españoles de más de 18 años, la colocación
de los contenedores era el segundo tema más citado entre los aspectos
medioambientales que habían mejorado en las localidades donde vivían
los entrevistados (39,2%), muy próximo al aumento de zonas verdes
(43,2%). También en una reciente encuesta realizada en Barcelona
ciudad por el Instituto Municipal de Informática (septiembre-noviembre
2000) entre 1.200 barceloneses de más de 18 años6, se cita
en primer lugar el tema de la recogida selectiva como el aspecto más
positivo de la acción municipal en materia ambiental.
En el Ayuntamiento de Sant Adrià, y a partir de un proyecto de
la Entidad de Medio Ambiente (EMA) del Área Metropolitana de Barcelona,
se llevó a cabo una experiencia piloto de recogida selectiva de
residuos orgánicos. A fin de evaluar la campaña previa que
la EMA quería llevar a cabo al objeto de asegurar la prueba piloto,
realizamos una encuesta telefónica previa a 400 personas del barrio
de Sant Joan de Sant Adrià (que cuenta con una población
total de poco más de 6.700 personas) donde se ubicaba la experiencia.
Su objetivo era contrastar el impacto de la campaña, mediante la
encuesta telefónica antes y después de la campaña,
y completarlo con inputs más cualitativos procedentes de distintos
focus-groups integrados por amas de casa, comerciantes y ciudadanos en
general. En la primera encuesta realizada en enero de 1999, un 99,3% conocía
la existencia de contenedores para basura, un 89% de contenedores para
cartón y un 93,3% de receptáculos especiales para vidrio.
Ello nos indica que la difusión y conocimiento de las primeras
iniciativas de recogida selectiva a finales de los años 90 era
casi total. En esta misma encuesta realizada en este barrio de Sant Adrià
se ponía de manifiesto que el seguimiento de la separación
de vidrio y papel-cartón era muy significativa (un 70% y un 60%
respectivamente manifestaban hacerlo casi siempre), mientras que el caso
de plásticos y latas no contaba con tanto seguimiento (poco más
del 30% declaraba hacerlo casi siempre).
Asimismo, y de manera
consistente con lo que ya hemos visto en la encuesta del CIS de 1996,
los mismos habitantes de Sant Adrià tenían la percepción
de que sus vecinos lo hacían mucho menos que ellos (las cifras
se decantaban hacia porcentajes del 30-40% para todos los tipos de residuos).
Este significativo diferencial entre lo que se afirma hacer y lo que se
cree que hacen los demás, parece confirmar que en los temas medioambientales,
la gente tiene tendencia a responder de acuerdo con aquello que se presupone
como "políticamente correcto". Así, cuando se
pregunta sobre qué conducta sigue en relación con la separación
de residuos, quiere acercarse a lo que cree es la "conducta correcta",
pero cuando se pregunta sobre lo que cree que hacen sus vecinos, entonces
probablemente nos acercamos a la situación "normal" o
"habitual", sin tantos sesgos provocados por juicios de valor.
En este mismo sentido,
en la encuesta del CIS del año 1996, cuando se preguntaba por las
conductas más habituales en temas ambientales o cívicos
que cada uno realizaba habitualmente, la utilización de contenedores
públicos para situar residuos domésticos era la segunda
más citada después de la de utilizar las papeleras para
tirar papeles. Así, un 65,6% de los 2.500 españoles encuestados
decía que separaba habitualmente los residuos en sus distintos
componentes, mientras que un 15,8% decía hacerlo algunas veces
y un 8,9% reconocía no hacerlo nunca. Ahora bien, este aparente
buen nivel de práctica ha de redimensionarse también en
relación con la pregunta que se formulaba a continuación,
en la que se pedía la opinión del entrevistado con respecto
a lo que creía que hacían sus conciudadanos. En este caso,
los entrevistados pensaban que sólo un 28,4% de los españoles
lo hacía habitualmente.
El conocimiento de la existencia de contenedores separados para distintos
residuos es también masivo si examinamos los resultados de la citada
encuesta realizada en Barcelona a finales del año 2000. Nunca baja
del 93% el conocimiento de la existencia de contenedores de vidrio, papel
y cartón o plástico. La encuesta también confirma
un buen seguimiento de la separación en cuanto a estos componentes,
y del 67% de barceloneses que afirma separar siempre o casi siempre el
vidrio, pasamos a un 64,5% en relación con el cartón y el
papel, y un 60% que también acostumbra a hacerlo siempre o casi
siempre en el caso de los plásticos.
3. ¿Lo
vemos todos igual? Las variables personales que diferencian percepciones
y conductas
Ahora bien, este
conjunto de porcentajes expresa las opiniones y las percepciones de los
ciudadanos de cada ámbito consultado de una forma genérica.
¿Hasta qué punto las características personales (sexo,
edad, estudios,...) influyen en la diferenciación interna de estos
colectivos? En distintos estudios 7 se han puesto de relieve las influencias
de las variables personales en la conciencia ecológica, en el nivel
de información y en las conductas finales para con los problemas
ambientales en general, o, en el caso que aquí nos ocupa, para
con los residuos. En las tres encuestas que venimos utilizando como material
de contraste, observamos pautas relativamente similares. El perfil de
las personas que más se apuntan a la respuesta "no sabe"
se aproxima al de un colectivo formado más bien por mujeres, de
más de 55 años, sin estudios o únicamente con estudios
primarios, que están jubiladas, no trabajan o se dedican a las
tareas del hogar. La variable con mayor poder explicativo es la del nivel
de estudios.
En la encuesta del CIS realizada en todo el territorio español,
se observa como el género discrimina poco, pero lo cierto es que
se detecta una menor información y preocupación ecológica
de las mujeres con respecto a los grandes temas medioambientales, mientras
que estas mismas mujeres conceden mucha más importancia a los problemas
medioambientales relacionados con la realidad cotidiana y el ámbito
doméstico.
Los hombres confían más en la información de los
científicos y de los "media", mientras que las mujeres
muestran más confianza en las organizaciones ecologistas, asociaciones
de consumidores y personal docente. Por otro lado, las mujeres actúan
más en acciones proambientales que los hombres, pero lo hacen sobre
todo individualmente y en el ámbito doméstico, mientras
que los hombres, el menor número de acciones que realizan lo sitúan
en la esfera colectiva. Aunque según la mayoría de estudios
la edad se correlaciona positivamente con la mayor conciencia ambiental,
ello no puede considerarse como un hecho lineal que se dé siempre.
Los datos del CIS señalan que la información ambiental es
mucho más significativa por debajo de los 50 años, pero
en cambio, determinadas conductas y una mayor consistencia entre información
y conciencia ambiental se da entre 35 y 45 años, con mayor inclinación
a seguir pautas de conducta ambientalmente correctas, y con mayor interés
por los problemas cercanos y cotidianos (ámbito en el que situaríamos
el tema de los residuos), mientras que los jóvenes no se muestran
demasiado dispuestos a seguir hábitos "verdes", a pesar
de preocuparse más por los problemas generales y complejos, y presentar
mayor disposición a la actuación colectiva a favor del medio
ambiente.
Como ya hemos avanzado, el nivel de estudios parece explicar bastantes
cosas en relación con la conciencia ambiental. Sobre todo en lo
que respecta al nivel de información y preocupación por
el tema, pero en cambio no es tan significativo este impacto en el ámbito
de las acciones de carácter más cotidiano. Como sabemos
por otras investigaciones, el nivel de estudios conecta mucho con determinadas
categorías profesionales y de estatus social, así pues,
no es de extrañar que en la encuesta del CIS sean los profesionales
y técnicos que trabajan para terceros y los cuadros intermedios
los que más información y preocupación o conciencia
ambiental muestren, seguidos de empresarios o profesionales autónomos.
Estos datos que apuntan a perfiles sociales generalizables a toda la población
española, tienen una notable ratificación, pero también
ciertos matices significativos en los trabajos propios realizados en los
ámbitos de Barcelona ciudad y de Sant Adrià. En el caso
de Barcelona ciudad, los perfiles generales derivados de la encuesta realizada
nos dicen que, simplificando mucho, el perfil de persona sensiblemente
más dispuesta en relación con los temas de sostenibilidad
y medio ambiente en Barcelona, es más bien el de una mujer, de
una edad comprendida entre los 35 y los 54 años, que si bien reconoce
estar poco informada sobre los conceptos que se esconden tras estos temas,
tiene actitudes naturales y heredadas que la llevan a ahorrar recursos
y a aceptar que es preciso reciclar y aprovechar todo lo que tenemos.
Su buena disposición en relación con los temas de fondo
de la sostenibilidad requeriría mayor reconocimiento, información
y colaboración, ya que constituye una pieza clave en el cambio
de hábitos y en muchos de los temas caudales de consumo y separación
de residuos. Desde la perspectiva contraria, es decir, en el perfil de
las personas que parecen mostrar menor comprensión ante la necesidad
de avanzar hacia conductas más sostenibles, tendríamos más
bien a jóvenes, preferiblemente hombres, de edades comprendidas
entre 18 y 34 años, que si bien están relativamente informados
acerca de los problemas ambientales y poseen una concepción bastante
correcta sobre lo que significa sostenibilidad, actúan poco consistentemente
y sitúan sus preocupaciones en otros temas. Sus hábitos
parecen alejarse bastante de lo que afirman pensar y de lo que saben.
Y más allá de los perfiles, a partir de la encuesta realizada
en Barcelona ciudad parece claro el hecho de que, en general, las personas
disponen de más información, más opinión,
mejores hábitos y más voluntad de compromiso, cuanto más
mayores son -sin llegar a la edad de la jubilación-, cuanto más
estudios tienen, y cuando ocupan una posición profesional de cuadro
intermedio, profesional y, por algunos motivos, de amas de casa.
En la encuesta que comentamos, se preguntaba explícitamente si
se estaría mucho, bastante, poco o nada dispuesto a separar en
casa los residuos, participar en proyectos de mejora del barrio, pagar
un impuesto específico adicional por el tema medioambiental, o
colaborar con grupos ecologistas. La opción de separar en casa
los residuos era, con mucho, la más aceptada (en torno al 90% afirmaban
estar bastante o muy dispuestos a hacerlo, mientras que los otros ítems
oscilaban entre el 20% en el caso del impuesto y el 60% en el caso de
participar en proyectos de mejora del barrio). Sin embargo, las diferencias
entre grupos de edad y sexo eran también significativas. Así,
las mujeres lideraban el tema de separación de residuos, mientras
que los hombres las precedían en los otros ítems (coincidiendo,
pues, con los comentarios realizados acerca de la encuesta del CIS), y
por grupos de edad, sobre todo los jóvenes y también los
mayores de 65 años eran los más reticentes a colaborar en
la separación de residuos en casa, destacando en cambio el grupo
de edades comprendidas entre 35 y 54 años como el más favorable
para realizar esta tarea.
En cuanto al trabajo materializado en el barrio de Sant Joan de Sant Adrià
del Besòs, los datos de que disponemos son también bastante
coincidentes con las impresiones generales expresadas hasta el momento.
Los jóvenes son los más entusiastas en lo que respecta a
la implantación de la separación de residuos y la recogida
de materia orgánica, pero en cambio no son los que más separan
en la práctica. El grupo de edades intermedias es más crítico
en relación con las molestias o inconvenientes que para ellos representa
esta nueva práctica de separación de residuos y la recogida
específica de materia orgánica, pero, a la vez, son los
que más lo practican. Y la gente mayor parece aceptar con resignación
pero con menos activismo, lo que las administraciones soliciten que se
lleve a cabo. Y el trabajo, tanto cuantitativo como cualitativo, realizado
nos dice que el protagonismo de las mujeres, sean exclusivamente amas
de casa o compatibilicen su profesión con las tareas del hogar,
es decisivo en el tema de la separación de residuos en el ámbito
doméstico.
4. ¿Cómo
cambiamos? Algunas ideas y experiencias para modificar conductas, incentivando
y mejorando la recogida selectiva
Los estudios de opinión
o de percepciones se limitan en muchas ocasiones a facilitarnos datos
sobre lo que afirman pensar los ciudadanos. En determinados casos, no
obstante, el tipo de preguntas planteadas o las perspectivas metodológicas
planteadas permiten ir un poco más allá y proponer líneas
que posibiliten la realización de mejoras en las prácticas
objeto de análisis.
En lo que respecta a la encuesta del CIS que vamos siguiendo, aunque en
el listado de preguntas había pocas que estuvieran destinadas a
estos objetivos, sí que cabe señalar algunos elementos.
La mayoría de las personas entrevistadas opina que debería
mejorarse la información sobre los temas ambientales. Precisamente
se afirma que los europeos lo hacen mejor que nosotros en estas cuestiones,
ya que disponen de más información.
Sin embargo, cabe destacar que los españoles parecen otorgar escasa
credibilidad a la información procedente de las administraciones
públicas o de los partidos políticos. Mucho más creíbles
resultan (por orden de mayor a menor) los grupos ecologistas, los científicos,
los medios de comunicación o los organismos internacionales. Pero
los mismos entrevistados consideran que más importante que la información
es la educación ambiental si se pretende que mejore la actitud
de los españoles ante los problemas del medio ambiente. Por último,
en el momento de diseñar estrategias de comunicación e información
resulta positivo constatar la gran importancia de la televisión
(más del 70% manifiesta enterarse de las noticias ambientales a
través de este medio, frente a cerca del 15% que lo hace a través
de la prensa y del 10% por medio de la radio).
Y también la gran diferencia de credibilidad de la que gozan los
ayuntamientos entre las administraciones públicas, ya que más
de un 42% declara que los gobiernos locales son las instituciones públicas
más preocupadas y sensibles en lo que respecta al medio ambiente,
ante alrededor de un 18% que opta por las Comunidades Autónomas
y poco más de un 10% que escoge la administración central.
Todo ello nos indica ciertas líneas de actuación y estrategia
a seguir si se quiere conseguir más impacto en determinadas campañas
o a la hora de atribuir responsabilidades y seguimiento de políticas
como la recogida selectiva de residuos.
En el caso de Barcelona ciudad, las preguntas de la encuesta que analizamos
planteaban directamente qué inconvenientes detectaban los ciudadanos
en la separación de los residuos, y qué actuaciones deberían
llevarse a cabo a fin de facilitar esta tarea. Los principales inconvenientes
señalados por parte de los barceloneses y barcelonesas en respuestas
de carácter espontáneo que podían ser más
de una, eran: la falta de espacio en los hogares (37,2%), la falta de
tiempo (31,8%), la falta de costumbre (25%) o la pereza (22,9%). Muchas
menos citaciones recogieron aspectos relacionados con la colocación
de los contenedores (lejos, 12,6%) o su inexistencia (11,7%). Los jóvenes
destacan los aspectos de incomodidad o pereza (33,8% de los entrevistados
entre 18 y 24 años), y las personas entre 45 y 54 años citan
la lejanía de los contenedores (16,2%). Cuando se les pregunta
cuál de las actuaciones que se sugieren podría ayudar mucho
o bastante a que la gente proliferara la separación de residuos,
las respuestas más valoradas son: "colocar contenedores más
cerca de casa" (78%), "saber que la administración lleva
a cabo un buen tratamiento" (76%), y "vaciar con mayor frecuencia
los contenedores" (69%). No está, en cambio, tan bien valorada
la respuesta de "multar a los que no separen", que sólo
recibe un 37% de apoyo en las respuestas "mucho" o "bastante".
Las mujeres se muestran mucho más partidarias de las multas que
los hombres (41,8% frente a un 31,5%).
En esta encuesta se preguntaba también si la información
que recibían los barceloneses y barcelonesas sobre cómo
se separan los residuos en el hogar y qué se hace con ellos una
vez depositados en los contenedores era mucho, bastante, poco o nada satisfactoria.
La mayoría de los entrevistados (un 57,3%) manifestaban que la
información de que disponían respecto al modo cómo
separar los residuos era poco o nada satisfactoria, y una cifra todavía
más significativa (un 75,9%) consideraban también poco o
nada satisfactoria la información acerca del destino de los residuos
una vez depositados en los contenedores. Estos datos guardan relación
con otros elementos de la encuesta donde se constata que cerca de un 30%
de los ciudadanos no sabe lo que se hace con los residuos en Barcelona,
o con el hecho de que casi un 90% piensa que el impacto de Barcelona sobre
su entorno en relación con los residuos es muy o bastante negativo.
A partir del trabajo realizado en el barrio de Sant Joan de Sant Adrià
evaluando la experiencia de recogida orgánica, se puede constatar
que los vecinos participaron muy activamente en la campaña. Fue
muy positivo el hecho de que se repartiera de forma gratuita un cubo específico
con información precisa sobre la selección de materia orgánica.
Al margen de las incomodidades de tener tantos contenedores o receptáculos
distintos en casa, todo el mundo valoró positivamente la experiencia,
pero se detecta un progresivo enfriamiento colectivo sobre el tema en
la medida en que se observa que los vecinos dejan de hacerlo o no lo hacen
tan continuadamente. Se detecta una conexión compra diaria-distribución
de los residuos a los contenedores, por parte de las amas de casa, sector
clave en el desarrollo positivo de la experiencia. Uno de los factores
significativos en la experiencia de Sant Adrià fue constatar que
las bolsas especiales para residuos orgánicos (que tenían
un coste significativo para muchas familias) significó un obstáculo
para la experiencia, ya que una vez acabadas las que se repartieron gratuitamente,
la gente o bien dejaba de hacerlo (opción minoritaria) o utilizaba
bolsas de plástico de cualquier tipo (opción seguida por
la gran mayoría).
¿Qué consecuencias podemos extraer de todo ello? Parece
claro que en el tema de los residuos la información se configura
como una pieza clave. No se dan grandes oposiciones al tema, no existe
una opinión en contra de la recogida selectiva. Tampoco se piensa,
al menos de forma mayoritaria, que se pueda avanzar hacia el mayor y mejor
cumplimiento de la recogida selectiva según una estrategia regulativa
y sancionadora. Esta información ha de centrarse en elucidar los
distintos componentes de la selección, sobre todo en lo que respecta
a lo que no es ni vidrio, ni papel-cartón. El concepto de orgánico
no resultará probablemente difícil de introducir, ya que
existe cierta base tradicional que recuerda el aprovechamiento de este
desecho, pero en cambio el tema plásticos, tetrabriks y restos
indeterminados, parece más difícil de dilucidar su destino.
Por otra parte, todo lo que ayude a facilitar los hábitos de la
selección de residuos parece determinante, ya que la percepción
general es que éste es un tema que "complica" la vida,
o genera incomodidades de diversos tipos. La lejanía de los contenedores,
el diseño de acceso, la colocación cerca de las fuentes
de distribución de los alimentos o de la compra diaria, y la facilidad
en el tipo de bolsas a utilizar para lo orgánico, etc., son temas
sin duda decisivos. Y recordemos también que existe una falta de
conocimiento e información sobre el uso de los residuos, y que
la administración que más se hace eco en el tema es el gobierno
local, que debería respaldarse en ONG conocidas o bien enraizadas
localmente, con el objeto de asegurar una instauración eficaz en
las primeras etapas del proceso.
5. ¿Cómo
avanzamos? Las características experimentales de la recogida selectiva
de residuos municipales
En la literatura
especializada en elaboración y puesta en práctica de políticas
públicas, se pone de manifiesto la importancia que posee la consideración
sobre el grado de acuerdo que existe acerca de los objetivos a alcanzar
por la política considerada, así como el grado de certidumbre
existente sobre los medios a emplear para llegar a las metas deseadas.
De este análisis se pueden desprender importantes consecuencias
sobre el grado de certidumbre que rodea a cada política y sobre
el tipo de estrategia a seguir (véase cuadro 1, en pág.52).
Como podemos observar, de este entrecruzamiento de lógicas nos
aparecen cuatro posibles escenarios en los que tenemos distintas combinaciones
de certidumbres e incertidumbres. Sólo en uno de ellos se puede
operar en un marco de certidumbre-certidumbre. Si bien éste es
el marco preferido por los técnicos, y que incluso se da por supuesto
a la hora de diseñar estrategias y formas de instauración,
hemos de reconocer que no es lo más habitual cuando nos acercamos
al mundo real de las políticas públicas, cada vez más
llenas de dosis cambiantes de incertidumbres de todo tipo.
¿Podemos aplicar este esquema a las políticas ambientales?
¿Nos puede ser de utilidad para avanzar en el diseño de
estrategias que faciliten la recogida selectiva de residuos? Del conjunto
de encuestas analizadas en este artículo y mirándolas desde
la óptica de cómo mejorar la separación de residuos
para permitir una gestión más sostenible de los mismos,
situaríamos el tema en la encrucijada de certidumbre en los objetivos,
e incertidumbre en los medios. En efecto, nada parece suponer que existan
desacuerdos muy de fondo sobre los objetivos a alcanzar.
No hemos hallado ni percepciones, ni opiniones, ni conductas que claramente
se expresen en contra de un tratamiento diferenciado de los residuos y,
por tanto, de una recogida selectiva. ¿Ocurre lo mismo en otras
políticas o acciones medioambientales?. Sin haberlo tratado en
este trabajo, podemos afirmar que temas como la reducción en el
uso del automóvil, o los temas que guardan relación con
cambios en el modelo de consumo estarían situados en otras encrucijadas
del cuadro propuesto, precisamente porque existen desacuerdos de fondo
sobre los objetivos a alcanzar o no son en absoluto plenamente compartidos.
En lo que respecta al tema de los residuos, las dudas aparecen más
en los medios que en los objetivos. En cambio, los temas más vinculados
a los recursos naturales como el agua, la energía u otros, y la
necesidad de reducir su uso, no sólo están bien asumidos
por los ciudadanos desde el punto de vista de los objetivos, sino que
incluso se comparten los medios para hacerlo (restringir el consumo, ahorrar,
prácticas individuales o familiares para evitar su despilfarro,...).
Pese al carácter exploratorio de este cuadro (véase cuadro
2, en pág. 53), pensamos que los datos recogidos avalan en parte
este intento de clasificación. Las estrategias en ahorro energético,
en reducción del uso de los vehículos o en las grandes orientaciones
del modelo de consumo, exigirían otros artículos e investigaciones.
Pero, en el caso que nos ocupa, y si no nos equivocamos, podríamos
afirmar que sería preciso avanzar en la recogida, reforzando la
buena base existente sobre los objetivos a alcanzar (ámbito de
la certidumbre) y, en cambio, trabajar mucho más a fondo los temas
vinculados a los medios a utilizar para avanzar en la consecución
de estos objetivos. Ello significa, para concretar, favorecer los canales
de información sobre qué hacer con los residuos y sobre
qué se hace una vez recogidos selectivamente. Hacerlo de manera
no "burocrática", o si se desea, no estrictamente desde
el mundo de las administraciones, sino utilizar mucho más las redes
de actores que rodean el problema (científicos, ONG, organizaciones
de consumidores, comerciantes,...), y siempre desde la mayor proximidad
posible. Hacerlo fácil, es decir, no complicar demasiado la vida
de la gente.
Apuntando a los aliados naturales en estos temas actualmente, que son
las mujeres en particular, y los adultos en general. Sin descuidar campañas
muy específicas dirigidas a los jóvenes que demuestran cierto
nivel de inconsistencia entre lo que saben y lo que hacen. Reforzar y
"premiar" simbólicamente a los que ya operan en sentido
positivo, mediante información y reconocimiento, y aislar a los
no cumplidores, facilitando las conductas correctas y "penalizando"
intelectualmente a aquéllos que dicen saber y que no practican.
En definitiva, hacer todo aquello que refuerce intelectualmente la necesidad
de coherencia entre opinión y conducta. Y esto, pensamos, es preciso
llevarlo a cabo de forma experimental, como se ha hecho en Sant Adrià
y en otros lugares, para permitir aprender y para poder enseñar.
De este modo, poco a poco se podrá conseguir aumentar las certidumbres
sobre los medios a seguir, y entonces el problema "sólo"
será técnico. o
Referencias
1 Para un análisis
y balance de las agendas locales 21 en España véase
Nuria Fuente -Joan Subirats (eds.), Local i Sostenible, Icaria,
Barcelona, 2000
2 Véase Enquesta de la Regió Metropolitana de Barcelona,
Institut d'Estudis Metropolitans de Barcelona, Barcelona, 1998
3 Véase resumen y datos en Alex Casademont, 1999, "Modernización
Ecológica y pautas de comportamiento público y privado",
en Subirats, J. (ed.), ¿Existe Sociedad Civil en España?
Responsabilidades colectivas y valores públicos, Fundación
Encuentro, Madrid, pp. 256-294
4 Véase un conjunto interesante de referencias en C.Gómez-Benito-F.J.Noya-A.Paniagua,
1999, Actitudes y comportamientos hacia el medioambiente en España,
Opiniones y Actitudes, n. 25, Centro de Investigaciones Sociológicas,
Madrid
5 Recordemos que ya a principios de 1991 se empezaron a instalar
contenedores en distintos municipios y que poco tiempo después
se legisló sobre la cuestión, véase A.Casademont,
"Politíca i gestió de residus a Catalunya"
en Gomà-Subirats, Govern i Polítiques Públiques
a Catalunya (1980-2000). Coneixement, Sostenibilitat i Territori,
Ediciones UB-UAB, Barcelona, 2001, pp.139-167
6 Nos referimos a la encuesta encargada por el Área de Educación
Ambiental y Participación del Ayuntamiento de Barcelona al
Equipo de Análisis Político de la UAB, que lleva por
título "Enquesta d'hàbits i valors sobre medi
ambient i sostenibilitat", y que fue desarrollada, en lo que
respecta a su trabajo de campo (realizado entre septiembre y noviembre
del 2000), por el Instituto Municipal de Informática.
7 Véanse resumen y datos bibliográficos en el trabajo
del CIS ya citado en la nota 4
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