SI-Boletín
   

  
Por una agenda para la sociedad de la información
Círculo Digital de Barcelona, 1998

(25 d'octubre  de 1998)
   
El semanario The Economist definió en su momento a Internet como "La Autopista Accidental": una realidad que se había presentando mucho antes de lo que imaginaban quienes la habían estado anunciando desde hacia tiempo, los operadores de telecomunicaciones. Casi como sin avisar, Internet se ha ido convirtiendo en una realidad incuestionable, que se mide por el crecimiento del numero de personas con acceso a la Red, muy notable en estos últimos meses en nuestro país, por el interés que suscita en las empresas (aunque sea apremiadas por la exigencia del "estar como sea"), y por su impacto en la economía de los países avanzados y, muy en particular, en la de los Estados Unidos. Son muchas las personas que gastan sus horas de sueño en Internet, muchas las que opinan sobre su impacto, en multitud de seminarios, congresos y foros, y unas cuantas las que han decidido apostar profesionalmente o empresarialmente por el desarrollo de proyectos ligados a la gran Red. Quizás por eso ha llegado la hora de aunar esfuerzos, de definir un vector de desarrollo que nos oriente a todos.

El desarrollo de Internet en nuestro país ha seguido hasta ahora un orden mas bien espontáneo. Una gran dosis de creatividad, así como una voluntad de apostar por la modernidad, ha tenido como consecuencia un sorprendente despliegue de iniciativas, tanto públicas como privadas, con el resultado de servicios y publicaciones de primer nivel en el mundo. Lamentablemente, sin embargo, muchos de los emprendedores que han impulsado estos proyectos no serán capaces de desarrollar estructuras empresariales con posibilidades de subsistencia futura. Las causas quizás no están aun claras, pero es posible que este desarrollo espontáneo requiera de algunas acciones planificadas, diseñadas desde las plataformas de decisión del país. Y también es posible que el sistema financiero debería definir mecanismos de financiación pensados específicamente para este tipo de proyectos innovadores, cuya rentabilidad puede no ser a corto plazo. Medidas, en fin, de apoyo y estímulo que capitalicen esa capacidad creativa. En otras palabras, hay que empezar por crere, tanto desde el sector público y desde el privado, en las posibilidades de la Red como futuro motor de la economía para, consecuentemente, invertir en su desarrollo y crecimiento. Una simple ojeada a la importancia estratégica que se otorga al tema de la sociedad de la información en la agenda de la Presidencia norteamericana, o en las de algunas cancillerías europeas, muestra hasta qué punto ésto no es una moda de última hora.

Por tanto, y para empezar, hay que entender que éste no es un tema más a incorporar en la agenda de discusiones de las esferas de decisión del país, sino que es un tema clave (quizás "el" tema) que, convenientemente enfocado, puede darnos un impulso definitivo en el entorno competitivo en el que vivimos, especialmente si nuestros competidores tardan más que nosotros en reaccionar. Disponemos de creatividad, de capacidad para atraer creatividad desde otros lugares del mundo (somos un lugar atractivo para vivir y trabajar), de avidez por la modernidad, y de estructuras que claman por la modernización (y, por tanto, hay problemas a la busca de respuestas). Sólo nos falta, y no es poco, un vector que nos oriente, una agenda nacional de acciones y reflexiones, que pueda ser asumida por todos los agentes involucrados. Una argumentación seria que permita la colaboración de quiénes están discutiendo sobre el impacto de Internet desde perspectivas muy diferentes, hoy inconexas. Quizás la forma de hacerlo sea a través de un Plan Nacional, aunque quizás sea mejor hacerlo a través de un Programa de Acciones, algunas de ellas inmediatas, como por ejemplo, las relativas al desarrollo de infraestructuras y acceso universal en condiciones competitivas, con el fin de alcanzar masas críticas suficientes para que el avance sea sostenible, y otras más a largo plazo, como el desarrollo de nodos de conocimiento e inteligencia (gente que se pare a reflexionar sobre el verdadero alcance e impacto de la Red) que contribuyan a la rápida culturización digital de la sociedad española. Quizás no se trata de diseñar grandes planes, grandes políticas, como se haría, por ejemplo, en el desarrollo de las infraestructuras públicas, sino que simplemente es preciso que nos creamos de verdad que ésto es una revolución comparable a la revolución industrial, como tantas veces se ha dicho y quizás tan pocas veces se ha entendido, y que se defina una especie de brújula, un faro, que marque unas direcciones prioritarias compartidas por una mayoría de los actores implicados.

En este sentido, la coordinación de esfuerzos por parte de todas las partes implicadas es fundamental. Curiosamente, este tipo de colaboración está surgiendo de manera espontánea a través de iniciativas como la del Círculo Digital de Barcelona, que agrupa a pioneros de la actividad de Internet en el país, preocupados por reflexionar sobre cómo la Red va a influenciar el ocio y el negocio, la vida de los ciudadanos y de las organizaciones, la educación y la sanidad, el sector público y privado, etc. Pero, obviamente, es preciso que se establezcan mecanismos de colaboración mas potentes, que enlacen los distintos agentes, foros, publicaciones, etc. La responsabilidad de las administraciones para oir a esos agentes, y para responder con acciones concretas, que aprovechen este enorme potencial de actividad, es, a nuestro entender, muy clara. Hay que definir una agenda de actuación ambiciosa. Hay que entender que disponemos de una oportunidad fantástica para acelerar nuestro desarrollo, para avanzar posiciones relativas con respecto a nuestros competidores tradicionales (el acceso a Internet está avanzando en España más rápidamente que en países más desarrollados que el nuestro). Hay que definir un faro que nos ayude a orientarnos, a sumar esfuerzos, a apostar personal y empresarialmente por un futuro con posibilidades. Porque si no lo hacemos habremos desperdiciado una ocasión verdaderamente única.

Obviamente, la tarea no será fácil. Habrá que discutir cual es el papel que deben jugar las infraestructuras (y se deberá apostar por una verdadera liberalización, con un esquema de tarifas que estimulen el desarrollo de servicios, como, por ejemplo, canales baratos de amplio ancho de banda). Habrá que entender cómo Internet se incorpora al sistema educativo, y cómo el objetivo final de la enseñanza del futuro debería ser formar consumidores inteligentes de información, con un espíritu crítico que les capacite profesionalmente en una era de exceso de información, y que les permita actuar como ciudadanos no manipulables (la mejor garantía de la democracia). Tendremos que ver si basta con poner ordenadores en las aulas, o si para que algo cambie hay que actuar en profundidad en el núcleo del problema (un sistema de "enseñanza de por vida" tiene poco que ofrecer cuando lo que se requiere es "aprender a aprender"; además, hay que incorporar al profesor como agente fundamental en esta revolución, quizás dándole alternativas para "reaprender a enseñar"). Habrá que estimular líneas concretas del sistema ciencia-tecnología, especialmente aquellas relacionadas con Internet, y habrá que pensar cómo la sociedad reconoce el valor del emprendedor como factor de crecimiento económico (superando de una vez el "que inventen ellos"). Habrá que pensar si se pueden seguir definiendo leyes que tienen que ver de una forma u otra con el recurso información (propiedad intelectual, ley de telecomunicaciones, ley del cable, etc.) sin que exista algún tipo de coordinación entre ellas (no son, de hecho, más que piezas en un continuo de legislación informacional). Y, entre otras muchas mas cosas, las administraciones públicas deberán aprovechar las posibilidades de la Red para ser mas eficientes, garantizando un mejor servicio al contribuyente, para, simultáneamente, mostrar al sector privado que es posible sacar un rendimiento de la Red mas allá de los efectos puramente de fachada. Finalmente, habrá que definir un sistema de indicadores que muestren hasta que punto los objetivos marcados se van satisfaciendo, de manera que se pueda corregir el rumbo cuando la situación lo requiera. Y, todo ello, no debe olvidarse, con el objetivo fundamental de ofrecer un entorno de nuevas oportunidades para los ciudadanos, en una sociedad más libre y abierta, mediante un proceso que no origine exclusión social entre conectados y desconectados, y que garantice los derechos constitucionales.

No es esta una cuestión tangente. Y tampoco hay mucho tiempo que perder. El país ganará con la definición de un vector de desarrollo, de una agenda nacional para la sociedad de la información. Y, con seguridad, los agentes implicados estarán dispuestos a colaborar en su definición (esta es, al menos, la vocación fundacional del Círculo Digital de Barcelona). Porque ellos ya se han definido apostando por la Red. Ahora, es preciso que otros también apuesten, y en serio...

   

  
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