Pero no pudo ser, un conductor la tiró al suelo y otro la arrolló, como se arrolla a un perro o un gato al que se le quita la vida. Y después la dejaron en la cuneta sin pensar en que era una persona a la que aún podían socorrer. Pero Mercè no era un animal, era un ser maravilloso, excepcional, vital y único. Mercè era mi amor desde los 16 años.
¿Os dais cuenta de lo que hicisteis? ¿Tenéis remota idea de lo que vuestra inhumana acción nos ha causado? Es posible que a estas alturas yo siguiera siendo viudo, y también es posible que vuestro inmediato socorro le salvara la vida. Podría haberos perdonado, comprender que nadie está a salvo de ser víctima o causante de un accidente. Pero no, huisteis como lo hacen los cobardes, los desalmados, los que no tienen en su corazón más que egoísmo y desprecio por la vida.
No os puedo perdonar. Mi hija, nuestra familia y yo nunca tendremos hacia vosotros el más mínimo sentimiento de comprensión, porque este sentimiento no existe. Sin embargo, nada malo deseo que afecte a vuestras familias, ni siquiera que paséis por lo que estoy pasando, no me rebajaré a ser tan vil como sois vosotros, seres patéticos que no se detienen a socorrer al herido, al necesitado. Seres cobardes para asumir vuestros errores. Si leéis esto, si alguien os lo hace leer, quiero que sepáis lo que pienso, que penséis en lo que habéis hecho y en el dolor que habéis causado. Una amputación sin anestesia.
Soy Ricardo Rodríguez, el viudo de Mercè, mi amor durante 27 años y camino que me guía.
Aquesta és la carta impactant i desoladora que el Ricardo va enviar al diari el Periódico dies després de l’accident que va acabar amb la vida de la seva esposa, la Mercè. La Mercè, tenia 52 anys i treballava al Port de Barcelona. Com cada matí anava a la feina en moto, però aquell dia no hi va arribar. Un vehicle que circulava per la carretera la va tirar a terra i un altre que anava al darrere la va atropellar. Va morir sola perquè els dos conductors van fugir. Aquesta és la història.